Economía capitalista: conflicto y poder sindical
Reproduzco a continuación el artículo publicado con Jon Las Heras en el blog Economía para todas en El Salto
Asimismo ha sido reproducido en Avantar - Diario dixital de Confederacion Intersindical Galega , Economía Crítica y Crítica de la Economía , Viento Sur , Borroka Garaia da! , Rebelion , Kaosenlared , GREPA - Grupo de Economía Política Alternativa
No hay que fiarse de los discursos económicos dominantes
Si al estudiantado de economía se le pide
que defina conceptos como explotación, capitalismo, sistemas
económicos, crisis económica, poder económico o
clases sociales nos encontraremos con un gesto de total confusión, si
no de indiferencia: “pero si a mí solo me enseñan a hacer derivadas ¿de
qué me hablas?” Con toda probabilidad las estudiantes desconocerán
corrientes de análisis económico y corrientes de la economía política
alternativa o radical: las perspectivas kaleckiana y postkeynesiana,
regulacionista, institucionalista, ecologista y feminista, las
múltiples formas de entender el marxismo o las concepciones de economía
socialista y autogestionaria, impulsadas por economistas de ámbito
nacional e internacional [1].
Esto es, sin duda, una muy mala noticia. Sin embargo, y pese a la tenaz voluntad de quienes detentan el poder
académico y político por marginar, esconder y silenciar dichas
corrientes, la realidad es que la economía capitalista real y, desde
luego, las relaciones laborales existentes se entienden principalmente
con los conceptos antedichos. Estos conceptos también han dado lugar a
cursos de introducción a la economía política como base de planes de
estudios e investigación alternativos pero, y a pesar de la necesidad
de ampliar las miras, el sistema económico dominante y sus aparatos
políticos e ideológicos se reproducen a través de lo que algunos
autores denominan como la “dimensión vertical” o el “poder de clase”.
El poder de clase en el capitalismo puede entenderse como la autoridad y poder
que ejercen desde las empresas, propietarios, directivos o perfiles de
supervisores y responsables sobre trabajadoras con, por ejemplo, la
amenaza de sanción o despido; la forma en la que intelectuales y
tecnócratas de diversa índole argumentan para deliberadamente desposeer
a personas “no expertas” de cualquier conciencia crítica, evitar
preguntas indeseadas, siquiera realizar propuestas alternativas; así
como el poder institucional de la patronal,
gobiernos y, eventualmente, algunas organizaciones obreras
conservadoras sobre el resto de segmentos de la clase trabajadora, en
contraposición con aquella más combativa y organizada en sindicatos
de contrapoder, a la hora de establecer el “modelo de país”. Todos
estos aspectos condicionan y determinan las decisiones sobre la
organización del trabajo y la producción, el intercambio o comercio, la
inversión, la explotación, el excedente y los procedimientos a seguir
para distribuir ese valor económico producido entre salarios y
beneficios. En definitiva, no hay que fiarse de los discursos
económicos dominantes, porque la ideología y política liberales
determinan la forma en la que nuestra sociedad capitalista se reproduce
materialmente y ésta condiciona, a su vez, nuestra forma de pensar e
interactuar con el prójimo.
Esta
explicación quizás pueda parecer demasiado teórica o abstracta. Quizás
con un par de ejemplos concretos derivados de procesos de crisis
empresarial, enmarcados en los ciclos y crisis económicas recurrentes
en el capitalismo, sea posible engarzar el discurso académico con la
realidad económica y de las relaciones laborales, apuntando así a la
necesidad imperiosa de desarrollar una actitud crítica para organizar
prácticas más subversivas y emancipadoras de la realidad que nos rodea.
El pasado año 2018 en un grupo
empresarial en Euskalerria dedicado a la fabricación de tubo industrial
de acero, la dirección del mismo presentó un plan de reestructuración
que buscaba “asegurar la viabilidad empresarial” afectando
principalmente a la planta productiva situada en Sestao y Trapagaran, en
Bizkaia. Este plan consistía en aplicar un Expediente de Regulación de
Empleo (ERE) para el despido colectivo de 157 trabajadores de un total
de 420 (mayoría hombres), la reducción de un 25% de los salarios para
aquellos que no fueran despedidos, y el cierre de la acería de la
planta que implicaba a medio plazo el cierre de la misma en la comarca.
La plantilla, organizada en varios sindicatos,
planteó una oposición razonada en la ausencia de causa económica y
productiva para el despido colectivo y el cierre de la acería. Durante
el proceso exigió la documentación e información necesaria para
realizar, por medio de sus gabinetes técnicos, un análisis económico de
viabilidad industrial que resultó certero y permitió mantener el
empleo y la industria, como se demostró posteriormente. A su vez pese a
la cobertura legal, por las reformas laborales de PSOE y PP
(2010-2012), y la voluntad del grupo empresarial de despedir a la gente
y cerrar la planta, situada en una comarca de permanente
desindustrialización, los trabajadores organizaron una huelga
indefinida de jornada completa que se alargó 43 días hasta que la
dirección cedió y retiró el ERE, hecho muy poco habitual en este tipo
de procesos, sin imponer posteriormente medidas de despido o reducción
salarial. Esta huelga, secundada por toda la plantilla e impulsada
principalmente por los sindicatos vascos ELA,
LAB y ESK, de un perfil reivindicativo, de contrapoder, tuvo el apoyo
de las respectivas cajas de resistencia para que los trabajadores
pudieran mantener un nivel suficiente de ingresos pese a la pérdida de
salario por ejercer el derecho a huelga. De otra forma y con otros
planteamientos sindicales, hubiera sido imposible el mismo resultado.
Durante el conflicto,
el Gobierno Vasco, con competencias tanto en Industria (PNV) como en
Trabajo (PSOE), trató de “mediar” en clave de dialogo social ante la
solicitud del grupo empresarial acorralado por la presión sindical de huelga, con la intención de debilitar la posición de poder sindical
y las reivindicaciones planteadas. Sin embargo, la mediación no fue
aceptada y no consiguieron sus objetivos. La expresión del conflicto
en este caso, en un sector industrial masculinizado, se centró en
quien paga la contracción económica cuando ha existido un abundante
reparto de beneficios en años anteriores. La defensa del empleo, la
actividad industrial y del salario resultó efectiva gracias a la
oposición de estos sindicatos a los planes del
grupo empresarial, en contraposición a un grupo empresarial que piensa
primordialmente en maximizar rentabilidad y beneficios, o a un gobierno
que trata de intervenir en defensa de los intereses de sus
empresarios. La lógica de concertación social, la mediación del
gobierno entre el trabajo y el capital, perseguía con la falaz búsqueda
del “término medio”, permitir que se impusieran los objetivos
empresariales [2].
Imagínate ahora una situación en la que
estás en la sala de reuniones de una empresa del sector de los
cuidados, sector feminizado, por ejemplo, una residencia de personas
mayores y dependientes u hospital privado con 35 trabajadoras. Estás en
una reunión muy tensa porque la empresa ha abierto un proceso legal de
negociación con las delegadas sindicales para
una reducción salarial por dificultades de liquidez y de viabilidad
económica. O dicho de otra forma, la empresa os plantea que no tiene
suficiente ingreso para hacer frente a los gastos y busca tener más
holgura financiera, que puede imponer de forma legal gracias a las
reformas laborales citadas del PP y PSOE (2010-2012). El economista o
contable de la empresa expone que el peso de los salarios en la
estructura de costes es muy superior al de otras empresas competidoras
del sector, por lo que resulta imprescindible acometer una reducción
salarial para mantener la empresa a flote. Eres nueva en este tipo de
situaciones y no sabes si creerte o no las palabras de esa persona que
se hace llamar “experta” y que parece vela por los intereses de toda la
empresa.
Pero al lado, tienes una compañera
bastante reivindicativa e informada y responde, sin titubeos, que lo
que la empresa comenta es cierto, pero que no es debido a los
pretendidos altos salarios cobrados por las trabajadoras, sino porque
la estructura salarial está desproporcionadamente inclinada hacia
arriba, es decir, porque los cargos de dirección doblan el nivel de
salarios de referencia en la negociación colectiva sectorial, lo que
implica que su reducción al nivel de convenio permitiría equilibrar las
cuentas. Los salarios elevados de la dirección, a su vez propietaria,
es la forma de repartir beneficios antes que estos se produzcan. Se
hace el silencio en la sala, y todas las presentes se dan cuenta que
sin duda se llega al punto de expresión de un conflicto de poder, el clásico conflicto
distributivo en el sistema capitalista entre salarios y beneficios
disfrazados a través de altos salarios, en una situación de crisis
económica. Finalmente, el conflicto se resuelve
a través de los cauces habituales: se convoca una huelga indefinida
por toda la plantilla, que fuerza efectivamente a la dirección a
reducirse sus salarios al nivel del convenio sectorial cómo primera
acción de viabilidad, previa a evaluar otras medidas.
La acción sindical es crucial
La anterior crisis económica nos ha dejado una pléyade de experiencias sindicales
y de huelgas parecidas que bien analizadas nos ayudan a sintetizar
algunas conclusiones de interés. El contexto de crisis económica ayuda a
entender rápido y generaliza bien cómo funciona el capitalismo. A su
vez, la crisis económica obliga a la revitalización del poder sindical, si se quiere hacer frente a la discrecionalidad y unilateralidad del poder empresarial y patronal, elementos indisociables de la dinámica económica capitalista.
Parece obvio y necesario que el
sindicalismo combativo, de contrapoder, gane capacidad de intervención
en sus múltiples dimensiones: ganando mayor número de afiliación,
militancia y organización para repartir las diferentes tareas que
suponen poner el poder empresarial contra las
cuerdas. Es también crucial seguir un programa de transformación, que
busque sistemáticamente aumentar la capacidad de acción colectiva y
confrontación tanto a nivel de empresa como con los poderes
político-económicos siempre hostiles con la clase trabajadora.
Mientras que el voto ciudadano se está
demostrando excesivamente voluble y, por lo general, escorado hacia el
mantenimiento de mayorías parlamentarias que apuestan por la servidumbre
al poder económico, la militancia y afiliación sindical
siguen siendo la forma fundamental para garantizar y avanzar en
derechos laborales, condiciones salariales, de empleo y vida. A su vez,
la acción sindical, la organización trabajadora en los centros de trabajo, las huelgas, permiten democratizar los conflictos
y debates económicos, re-politizando así a una gran parte de la
población a quien los debates televisivos sobre cómo se debe gestionar
un país le quedan lejos. Sin embargo, aquellas cuestiones de las
condiciones de trabajo como el salario, la jornada o de la dinámica
productiva de la empresa o sector, nos quedan muy cerca, podemos
comprenderlas transformarlas e incidir en ellas. Confiar plenamente en
las élites políticas y empresariales no hace más que reducir la
capacidad crítica de cada cual, ya que nuestros intereses no pueden
incorporarse completamente en el discurso de aquellas personas que, en
definitiva, no nos tratan fraternalmente. Pensamos pues que la acción sindical
es crucial a la hora de generar nuevos lazos de solidaridad y
consolidar orientaciones de política económica que nos permitan
alcanzar mayores cotas de democracia económica y bienestar social
partiendo desde la experiencia particular de cada cual.
—–
Lluís Rodríguez Algans. Economista asesor laboral y de políticas públicas. Miembro de ICEA. Twitter @lluisraeco
Jon Las Heras Cuenca. Profesor de Economía y Sociología en la Universidad del País Vasco – Euskal Herriko Unibersitatea. Miembro de ICEA. Twitter @jonlhc
—–
[1] Véase www.heterodoxnews.com
para encontrar una amplia red de académicas, universidades y
asociaciones que trabajan por impulsar una economía diferente a nivel
mundial, como la Union for Radical Political Economics en Estados Unidos. Véanse también www.isipe.net así como www.rethinkeconomics.org
para contactar con estudiantes que buscan y promueven una educación
alternativa en economía política. En el estado español encontramos la Asociación de Economía Critica, el Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA), Economía Crítica y Crítica de la Economía (ECCE), Seminari d’Economía Critica Taifa, Plataforma por la Democracia Económica, Red de Teoría Monetaria Moderna, ATTAC, FUHEM Ecosocial, Ecologistas en Acción o también economistas, sociólogas y asesoras laborales participantes del observatorio ToShare o el Foro de profesionales del asesoramiento laboral y social de la Universidad del País Vasco/EHU.
[2] Los trabajadores de Productos Tubulares no se creen la necesidad del ERE y exigen las cuentas a la empresa (El Mundo País Vasco, 10-4-2018); Tubos Reunidos solicita a Gobierno Vasco su mediación en el conflicto de Productos Tubulares (Europa Press, 16-4-2018) y Comité de Empresa de Productos Tubulares no comparte la solicitud de Tubos Reunidos para que Gobierno vasco medie (Europa Press, 16-4-2018); Productos Tubulares anuncia la retirada del ERE que planteaba despedir a 157 trabajadores (Naiz, 17-4-2018); Productos Tubulares pide paz social a cambio de retirar el ERTE (Deia, 16-6-2019); El comité de Trapagaran pide retirar el ERTE “sin condiciones” (Deia, 28-6-2019).
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