Lluís Rodríguez Algans.*
En este artículo nos referimos a aquellos aspectos de fondo vinculados con el tema económico, sobre todo en lo referente a los objetivos de la mayoría de las huelgas, que son la mejora de los salarios, la mejor distribución primaria de la renta, la conquista de beneficios sociales y la distribución salarios-beneficios empresariales.
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Para analizar y justificar la necesidad del uso de
la huelga para la redistribución de la renta daremos primero tres
visiones del funcionamiento del mercado laboral, del salario y de otro
factor que tiene relación con el nivel de salarios: La ocupación (o,
visto desde otro punto de vista, el paro). Hablaremos también de las
diferencias entre salario real y salario relativo, para acabar mostrando
algunos datos sobre la evolución de las huelgas en el estado español y
la distribución de la renta, cada vez más favorable a los capitalistas.
El mercado de trabajo en las diferentes escuelas de pensamiento económico.
Si repasamos brevemente la teoría económica neoclásica del mercado de
trabajo (el enfoque liberal, el de los empresarios), plantea el mercado
de trabajo como un mercado típico de oferta y demanda con un punto de
equilibrio donde se determina el salario real y el nivel de ocupación.
Este enfoque determina a dos grandes enemigos: estado y sindicatos.
Acusa a los sindicatos de ejercer un monopolio en la oferta de trabajo y
de provocar rigidez juntamente con el estado (salario mínimo, convenios
colectivos) que, según ellos, provocan paro y salarios excesivos. La
receta, que es la que se aplica actualmente en las sociedades
capitalistas como la española, lógicamente va en la línea de disminuir
el poder de los sindicatos y desregular el mercado de trabajo.
Por otro lado, la teoría keynesiana plantea que el mercado de trabajo
es igual que el propuesto por la teoría neoclásica, pero en este caso
la cantidad de trabajo se determina en el mercado de bienes (oferta y
demanda agregadas) siendo dado el salario. Según Keynes el mercado de
trabajo no se puede estudiar separado de otros mercados (mercados de
bienes y de dinero). Para Keynes no son los elevados salarios los
causantes del paro, sino la insuficiencia de demanda agregada (consumo
privado, consumo público y sobre todo el componente más volátil, que es
la inversión de los empresarios). Por lo tanto, es necesario que los
empresarios tengan perspectivas de inversión y beneficios para que
contraten trabajadores. Como receta plantea que no es bueno bajar
salarios porque a largo plazo hace que disminuya el consumo y por lo
tanto los beneficios, pero tampoco es bueno subirlos porque se pierden
beneficios que se podrían utilizar para reinvertir. Las recetas
keynesianas se aplicaron entre 1930 y 1980 aproximadamente. Ambas
teorías, tanto la neoclásica como la keynesiana, creen que es posible la
plena ocupación (pleno empleo) en una economía capitalista siguiendo
las recetas comentadas anteriormente.
Para debatir todo esto utilizaremos la combinación de un análisis
marxista1, anarquista y de la escuela radical americana2 para
complementar la explicación. No es pues un salario alto lo que provoca
paro como dicen los neoclásicos, sino una oferta de trabajo horizontal
(rígida) a largo plazo, que marca el nivel de salarios (marcados) y
siempre dependiendo de las posibilidades de inversión y beneficio de los
empresarios. La estructura social basada precisamente en la propiedad
privada de los medios de producción, el monopolio de contratación de
esta oferta de trabajo, el control autoritario dentro las empresas y
sectores productivos y la búsqueda del máximo beneficio por parte de los
empresarios son los determinantes del nivel de ocupación y de salarios.
Es, pues, la relación de fuerzas y el poder de los sindicatos dentro de
la empresa los que pueden decantar el balance hacia los trabajadores
haciendo que la empresa tenga que distribuir los beneficios con nuevas
contrataciones y distribución de los beneficios incrementando salarios.
Además, teniendo en cuenta que:
• Es incompatible la búsqueda del máximo beneficio con la búsqueda
del máximo bienestar social y por tanto la plena ocupación y una
distribución justa de la renta.
• A la patronal le interesa tener más demandantes de puestos de
trabajo que no puestos ofertados (paro) para poder coaccionar a los
trabajadores con la amenaza del despido.
• En última instancia, el aumento de la tecnología implica que en
este esquema capitalista se vaya reduciendo la necesidad del factor
trabajo. Teniendo en cuenta todo esto se puede afirmar que es mentira
que el incremento de salarios sea el causante del paro, pues en última
instancia son los empresarios quienes deciden cuántos trabajadores
contratan y bajo qué condiciones, no dependiendo tanto del salario como
del beneficio efectivo esperado. También es mentira que sea posible la
plena ocupación en una economía capitalista, elemento que usan tanto
neoclásicos como keynesianos como excusa para justificar el sistema
capitalista.
Tanto la teoría neoclásica como la keynesiana son
defensoras del sistema capitalista actual como mínimo en el aspecto
laboral3 pues no ponen en cuestión ni la distribución de la renta ni la
propiedad de los medios de producción.
Salario real y salario efectivo.
Llamamos salario real al salario que perciben los trabajadores
descontando la inflación o IPC (incremento generalizado de precios). Por
ejemplo, si un año los salarios suben un 2% pero la inflación lo hace
un 4%, nuestro salario disminuye en un 2%. Además, teniendo en cuenta
que la inflación real es más elevada que los datos que las
administraciones ofrecen (porque no se incluye la vivienda en el
cálculo, y porque hay zonas en el estado español que tienen una
inflación más alta que otras, entre otros motivos), podemos asegurar que
las proporciones dadas de salario real pueden ser menores. En todo caso
podemos ver en el gráfico 1, cómo el salario real en el estado español
ha bajado con datos de 2001 al nivel de 1978. Los trabajadores, de
media, estamos cobrando lo mismo ahora que hace casi 30 años mientras
las empresas ganan más que hace 30 años. Otro aspecto a valorar sería
que las empresas ganan más y que la clase trabajadora ha perdido más,
pues no es un todo homogéneo aunque es una realidad general. Pero no es
sólo el salario real el dato que nos indica la pérdida de poder
adquisitivo de los trabajadores, pues desde una perspectiva
anticapitalista un indicador importante es el salario relativo, que no
es nada más que la parte de la renta nacional total (PIB) que se
distribuye como salario (conocido como RA, Remuneración de Asalariados).
Huelgas y distribución de la renta en el estado español (1976-1999).
En este punto podemos observar en los gráficos 2 y 3 cómo el número
de huelgas ha bajado en los últimos años. Lo que nos da un dato más
significativo es el gráfico de las jornadas perdidas en conflictos
laborales que desde la transición ha disminuido espectacularmente, cosa
que significa que las huelgas llevadas a cabo han incidido bien poco en
parar la actividad económica de las empresas. Por otro lado, se plantea
una cierta relación entre el incremento de las huelgas y las jornadas
perdidas a principios de los 90, a pesar de la crisis económica que se
dio, y la recuperación monetaria del salario real en el mismo periodo.
Con relación a la distribución de la renta hablaremos del fenómeno de la
proletarización (Prol), que es el incremento de parte de asalariados
más los parados en la población activa (PA). Según datos de Diego
Guerrero4, la fracción de proletarios ha pasado de poco más del 50% en
1954 a superar el 80% en 2001. Por el contrario, los no asalariados han
pasado del 48% a menos del 20% en el mismo período. Esto se puede
explicar debido a la vuelta de trabajadores exiliados por motivos
económicos, así como a la necesidad para las familias de la
incorporación de la mujer en el mercado laboral, a la inmigración de los
trabajadores llegados de otros países, a la destrucción de empresas
familiares y a pesar del incremento en los últimos años de los autónomos
y falsos autónomos (trabajadores obligados a hacerse autónomos por los
propios empresarios y que la contabilidad del estado los contabiliza
como empresarios).
Siguiendo al mismo autor5, podemos ver que la distribución de la
renta entre la remuneración de los asalariados y producción o renta
total (RA/PIB), o lo que es lo mismo, entre los beneficios empresariales
y renta total (1-a), se ha mantenido alrededor del 50% entre 1964 y
1999. La época de la transición estuvo caracterizada por la lucha
social, donde la distribución de la renta llega al 59% a favor de los
trabajadores. Sin embargo, si nos fijamos bien, encontramos simplemente que la
situación relativa de los asalariados ha empeorado tan deprisa que de
1965 a 1999 su participación corregida en la renta se ha reducido tres
veces más que la que corresponde a los no asalariados. La remuneración
de los asalariados (RA) en el PIB sólo ha aumentado un punto en 35 años
(2% en términos porcentuales), pero como su parte en la población activa
ha crecido un 40%, esto significa que la distribución real de la renta
en favor de los asalariados ha disminuido un 27 % (descenso del
coeficiente de depauperación de 0,84 a 0,61). Por otro lado, los no
asalariados han disminuido su parte del PIB en un 2 %, esto es, que su
renta adaptada a la nueva situación ha subido un 125,5% (su coeficiente
de enriquecimiento ha subido de 1,23 a 2,77). Por tanto, si se toma el
coeficiente de ambas rentas corregidas con la nueva composición de
clases, vemos cómo los no asalariados multiplican exactamente por 3,09
su renta respecto a los asalariados.
Es decir, año tras año el pastel es más grande (incrementa el PIB) y
los capitalistas se llevan cada vez un trozo más grande (disminuyen
capitalistas y aumentan asalariados manteniendo relativamente constante
la distribución de la renta), mientras que los trabajadores se quedan
con el mismo trozo (que se tiene que repartir entre más trabajadores).
Estos datos dan una idea de por qué hace unos años una familia
trabajadora podía vivir con un sueldo cuando hoy es difícil hacerlo con
dos.Este análisis de la distribución no tiene en cuenta las
transferencias del Estado a los trabajadores y empresas. Sólo hay que
retener un dato: el 80 % de los impuestos en España, tanto directos como
indirectos (IVA), los pagan los trabajadores. Es así como la estructura
clasista del estado capitalista favorece cada vez más la acumulación de
beneficios a costa del esfuerzo de los trabajadores, ya que ni siquiera
la clase capitalista (que es la que más gana) paga la mayoría de los
impuestos.
Conclusiones.
Según un informe elaborado desde hace 10 años por Merrill Lynch y Cap
Gemini, en el año 2002 había 110.000 personas en España con activos
líquidos por un valor superior a un millón de dólares (850.557 euros).
Esto es 5.000 personas más que en 2001. España continúa con la tendencia
de crecimiento de ricos que se registra en toda Europa. Haciendo un
análisis general, se puede encontrar una relación bastante directa
entre6:
• La disminución de las huelgas desde la transición y la disminución de salario real.
• El incremento de la riqueza de los no asalariados (producida por
los asalariados) en proporciones más grandes en cuanto la lucha obrera
es menor. Esto no implica que a pesar de convocar huelgas y luchar, los
capitalistas tengan capacidad de continuar acumulando y recortando la
riqueza generada por los trabajadores.
La huelga es una herramienta necesaria e imprescindible para
redistribuir la renta. El incremento de los salarios y de la renta en
favor de los trabajadores no son los responsables del paro, si no que lo
son las empresas cuando ni siquiera contratan trabajadores que les
permiten obtener el máximo de beneficio, y en última instancia el
sistema capitalista y el estado que fomenta este monopolio de
contratación y de propiedad para mantener un control sobre la clase
trabajadora.
En relación con la disminución de las huelgas, los principales
culpables son los sindicatos mayoritarios CC.OO. y UGT, ya que han
adoptado siempre la postura de «paz social capitalista» y han
conseguido, como es deseo de la patronal, desmovilizar el movimiento
obrero. CC.OO. y UGT han favorecido un incremento espectacular de los
beneficios empresariales en contra de la mayoría de los trabajadores y
de sus propios afiliados, ya sea mediante reformas laborales firmadas en
contra de las posturas de sindicatos como la CNT o a través de la firma
de despidos, paralización de huelgas etc. Es necesario organizarse en
un sindicato que lucha por los trabajadores y trabajadoras y esto no se
logra con la mera afiliación en los sindicatos de la CNT. La
organización real se da con la formación (individual y colectiva), con
el estudio, la planificación de las acciones, sean éstas huelguistas o
no. Y todo esto tiene que estar encaminado a la lucha contundente contra
el esquema corrupto y terrorista del sistema capitalista. Sólo con la
organización hay posibilidades de hacer frente a un monstruo que día a
día nos chupa más la sangre. De la misma manera, sólo con el control y
la gestión directa de nuestros asuntos, (también de los económicos) se
podrá establecer una sociedad totalmente justa y libre. La huelga es el
primer paso.
*Lluís Rodríguez Algans es estudiante de economía e integrante de la redacción de
la sección de economía del periódico cnt. Este artículo apareció
publicado originalmente en catalán en el número 328 de solidaridad
obrera
Periódico cnt, nº341 de Enero 2008. ISSN 1135-173X. pp 11-12.
http://archivo-periodico.cnt.es/341ene2008/index.html
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