El análisis de las interrelaciones entre sindicalismo y economía 
social y cooperativa debe empezar por remarcar la importancia de la 
economía social a la hora de prefigurar la economía que necesita la 
clase trabajadora, y a la vez tiene que establecer alternativas hoy 
mismo. Una transformación del sistema económico necesariamente pasará 
por el impulso de muchas experiencias concretas y la integración de las 
mismas que se sustentarán en modelos de cooperativismo y economía 
social. 
El cooperativismo y la economía social son también formas de 
generar autoocupación, sea en contextos de crisis empresarial, que en el
 marco del conflicto capital/trabajo puede desembocar en un cierre de 
empresas, sea en contextos de desempleo masivo en que la patronal 
castiga a la militancia sindical y la autoocupación se torna una 
alternativa imprescindible. 
Asimismo, la economía social se puede 
orientar a apoyar luchas sindicales, cómo el caso de la cooperativa de 
finanzas Coop57 ejerciendo como caja de resistencia en apoyo al 
conflicto de las empresas subcontratadas por Telefónicaen Bizkaia en 
2015. 
Por otra parte, el sindicalismo es clave para la economía social 
al sostener valores y prácticas que no deben abandonarse pese a la 
dinámica que se genera por la inserción en una economía capitalista: la 
negociación colectiva de referencia permite una guía de mínimos en lo 
concreto de las relaciones laborales y condiciones de empleo en la 
economía social. Sucede lo mismo con la disputa por el salario social, 
indirecto -sanidad, educación- y diferido -pensiones, subsidio de 
desempleo, etc.-, que afecta a toda la clase trabajadora incluidas 
cooperativistas o participantes de la economía social. El sindicalismo 
como organización de masas incide en ese ámbito en apoyo a las redes de 
economía social y transformadora. 
Por último, desde una perspectiva de 
transformación social no todas las empresas pueden ser cooperativizadas o
 transformadas en modelos de economía social a corto plazo (por su 
tamaño, por las relaciones de poder social interno o de mercado externo 
imperantes, etc.), por lo que se requiere de un fuerte sindicalismo de 
contrapoder con capacidad de ejercer un control sindical y económico en 
las empresas capitalistas para orientarse a otro modelo económico y 
social.
 
Del sindicalismo de contrapoder a la economía social
 
La acción sindical cotidiana, la de las secciones sindicales en los 
procesos de negociación colectiva, tiene muchos de los valores y 
fundamentos de la economía social y cooperativa. Los procesos de 
militancia sindical orientados a la expansión de derechos sociolaborales 
se cimientan en una adecuada recopilación de información 
económico-financiera, productiva y laboral de las empresas para 
sustentar los procesos negociadores, en una colectivización entre las 
plantillas de las reivindicaciones dirigidas a los empresarios y la 
patronal, así como en la articulación de fórmulas solidarias de acción 
colectiva y huelga indefinida con apoyo de caja de resistencia que es, 
sin lugar a dudas, un mecanismo financiero colectivo de solidaridad 
sindical. Ese poder sindical,como herramienta democratizadora de una 
empresa o sector, es la antesala a modelos de economía social y 
democracia económica. 
Esto, si cabe, es más evidente en procesos de 
reestructuración y crisis empresarial en que la recuperación de empresas
 para su posterior laboralización o cooperativización se torna una 
acción estratégica imprescindible para defender las condiciones y el 
nivel de empleo así como la estructura industrial del país, precisamente
 cuando los poderes político y económico están promoviendo todo lo 
contrario. Ahí la práctica sindical previa es imprescindible para 
acometer con garantías dichas experiencias. Parte de esa oposición y 
asesoramiento sindical y de los economistas de sindicatos de 
alternativas en procesos de reestructuración empresarial se circunscribe
 a la búsqueda y evaluación de las condiciones de viabilidad de 
inversores industriales frente a los financiero-especulativos que 
permitan recapitalizar las empresas en crisis para mantener o relanzar 
la producción, o alternativamente promover la transformación en empresas
 de economía social como sociedades laborales o cooperativas. La 
cuestión no tiene solo una dimensión micro, sino también macro, de 
modelo social y económico.
  
Del contrapoder sindical a la autogestión económica
 
¿Cómo puede el sindicalismo ayudar a construir otro modelo económico y 
social? Sin duda el núcleo vertebrador de la acción sindical es la 
negociación colectiva. Dos ideas al respecto. 
Por un lado, es 
fundamental la orientación de la política sindical y los contenidos 
sustantivos de negociación colectiva hacia objetivos de política 
económica de altos salarios y pleno empleo. Las dos reivindicaciones 
clave del movimiento sindical vasco, como salario mínimo de 1200 euros 
mensuales y jornada laboral máxima de 35 horas semanales, deben 
integrarse para mejorar las condiciones de vida con la generación y 
reparto del empleo, además de devenir en mecanismo de política 
industrial. 
Por otro lado, la introducción de contenidos de negociación 
colectiva instrumentales de control sindical económico en las empresas y
 sectores, esto es, promover la democracia económica en las empresas 
capitalistas con ampliación de derechos de información, consulta y 
control sindical de los procesos productivos, de inversión y posterior 
generación de empleo. Esta mirada hacia los contenidos instrumentales de
 la negociación colectiva permite avanzar hacia una mayor capacidad de 
control de los procesos de inversión, producción y distribución. 
Asimismo un mayor control sindical de la producción y finanzas 
empresariales permite limitar el fraude económico, fiscal y a la 
seguridad social en los que incurren las empresas capitalistas, cuyos 
impactos sociales son demoledores tal como vienen exponiendo estudios 
realizados por expertos economistas desde la Universidad del País Vasco 
(UPV/EHU) para Euskadi, representando alrededor del 17,4% del PIB de la 
comunidad.
Por otra parte, la participación sindical en aspectos de 
política económica, industrial o fiscal se ha venido canalizando 
históricamente en el denominado “diálogo social”, los procesos de 
“concertación social” entre sindicatos, patronales y gobiernos. 
Pero estos procesos han demostrado limitaciones en cuanto a una efectiva 
influencia sindical en dichas materias y contraindicaciones al dar aval 
sindical a políticas públicas neoliberales, unido a una dependencia 
financiera de los propios sindicatos que han entrado en este tipo de 
procesos de concertación. 
Algunas vías de intervención alternativas 
exploradas por el sindicalismo europeo pasan por incrementar la 
antedicha participación y control sindical de los procesos productivos, 
económicos y de inversión en empresas y sectores en la negociación 
colectiva, lo que supone sin duda un elemento configurador del poder en 
las relaciones laborales hacia una nueva democracia industrial con 
participación de las personas trabajadoras. 
Su aplicación en el Estado 
español puede pasar a corto plazo por esa ampliación de los derechos 
sindicales de información, consulta y participación, vía cambio 
legislativo o en la negociación colectiva, en materias contable, 
mercantil y económica, productiva, organizativa y laboral. En relación a
 la inversión, como variable clave por determinar el nivel de producción
 y empleo así cómo su orientación sectorial o de actividad, 
históricamente la propuesta de implantación de Fondos de Inversión de 
Asalariados ha sido una vía para influir, desde el sindicalismo, en este
 elemento de política industrial. 
En el ámbito vasco empiezan a 
elaborarse reflexiones en este sentido desde el EKAI Center, vinculando 
relaciones laborales, democracia económica y modelo de desarrollo, con 
el análisis de algunas experiencias europeas de relaciones laborales, 
inversiones, desarrollo tecnológico, asignación de ganancias y 
formación, abordando especialmente las relaciones laborales de empresa y
 el desarrollo económico
Euskal Herria tiene un privilegiado potencial, fraguado en décadas de 
luchas obreras y construcción de alternativas económicas con un asentado
 cooperativismo, para la configuración de un potente marco autónomo de 
economía autogestionaria y lucha de clases. En el marco de esa 
confrontación por el desacuerdo con el funcionamiento del sistema 
capitalista y como expresión de la conciencia colectiva de la clase 
trabajadora vasca, es imprescindible dirigirse a una sociedad de 
personas y pueblos libres articulada mediante un socialismo en el que 
los medios de producción, de consumo y de cultura estén en manos y al 
servicio de las personas trabajadoras, en una auténtica democracia 
económica. Ello pasa necesariamente por que el movimiento obrero y 
sindical establezca fuerte conexión entre la acción sindical y los 
procesos dirigidos a la socialización de los medios de producción y 
consumo, además de una alianza permanente entre la economía social y el 
sindicalismo de contrapoder. 
En palabras del sindicalista irlandés James
 Connolly, en un artículo de 1908 titulado Sindicalismo industrial y 
socialismo constructivo,“[…]a la vez que incrementa el poder de 
resistencia del trabajador contra los abusos actuales de la clase 
capitalista, lo familiariza con la idea de que el sindicato que 
contribuye a construir está destinado a suplantar aquella clase en el 
control de la industria dónde trabaja”.