¿Cómo puede el sindicalismo ayudar a construir otro modelo social?
Sin duda el núcleo vertebrador de la acción sindical es la negociación
colectiva. Dos ideas al respecto. Por un lado, la orientación de la
política sindical y los contenidos sustantivos de negociación colectiva
hacia objetivos de política económica de altos salarios y pleno empleo.
Las dos reivindicaciones clave del movimiento sindical vasco cómo
salario mínimo de 1.200 euros mensuales y jornada laboral máxima de 35
horas semanales, deben integrarse para mejorar las condiciones de vida
con la generación y reparto del empleo. Por otro lado la introducción de
contenidos de negociación colectiva instrumentales de control sindical
económico en las empresas y sectores, esto es, promover la democracia
económica en las empresas capitalistas con ampliación de derechos de
información, consulta y control sindical de los procesos productivos, de
inversión y posterior generación de empleo. Esta mirada hacia los
contenidos instrumentales de la negociación colectiva permite avanzar
hacia mayor capacidad de control de los procesos de inversión,
producción y distribución. Asimismo un mayor control sindical de la
producción y finanzas empresariales permite limitar el fraude económico,
fiscal y a la seguridad social en el que incurren las empresas
capitalistas cuyos impactos sociales son demoledores tal como vienen
exponiendo estudios realizados por expertos economistas desde la UPV/EHU
para Euskadi.
La acción sindical cotidiana, la de las secciones sindicales en los
procesos de negociación colectiva, tiene mucho de los valores y
fundamentos de la economía social y del socialismo autogestionario
necesario para el S.XXI. Los procesos de militancia sindical orientados a
la expansión de derechos se cimientan en una adecuada recopilación de
información económico-financiera, productiva y laboral de las empresas
para sustentar los procesos negociadores, en una colectivización entre
las plantillas de las reivindicaciones dirigidas a los empresarios y la
patronal, así como en la articulación de fórmulas solidarias de acción
colectiva y huelga indefinida con apoyo de caja de resistencia que es
sin lugar a dudas un mecanismo financiero colectivo de solidaridad
sindical. Ese poder sindical como herramienta democratizadora de una
empresa o sector, es la antesala a modelos de economía social y
democracia económica. Esto si cabe es más evidente en procesos de
reestructuración y crisis empresarial dónde la recuperación de empresas
para su posterior laboralización o cooperativización se torna cómo
acción estratégica imprescindible para defender las condiciones y nivel
de empleo así como la estructura industrial del país, precisamente
cuando los poderes político y económico están promoviendo todo lo
contrario. Ahí la práctica sindical previa es imprescindible para
acometer con garantías dichas experiencias.
Euskal Herria tiene un privilegiado potencial, fraguado en décadas de
luchas obreras y construcción de alternativas económicas, para la
configuración de un potente marco autónomo de economía autogestionaria y
lucha de clases. En el marco de esa confrontación por el desacuerdo
total con los mecanismos capitalistas y como expresión de la conciencia
colectiva de la clase trabajadora vasca, es imprescindible dirigirse a
una sociedad de personas y pueblos libres y responsables realizable en
un socialismo en el que los medios de producción, de consumo y de
cultura, estén en manos y al servicio de las personas trabajadoras, en
una auténtica democracia económica. Ello pasa necesariamente por qué el
movimiento obrero y sindical establezca fuerte conexión entre acción
sindical y los procesos dirigidos a la socialización de los medios de
producción y consumo, además de una alianza permanente entre la economía
social y el sindicalismo de contrapoder. En palabras del sindicalista
irlandés James Connolly en un artículo de 1908 titulado “Sindicalismo
industrial y socialismo constructivo”… a la vez que incrementa el poder
de resistencia del trabajador contra los abusos actuales de la clase
capitalista, lo familiariza con la idea de qué el sindicato que
contribuye a construir está destinado a suplantar aquella clase en el
control de la industria dónde trabaja.
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