Reproduzco a continuación el artículo publicado en el blog Radicales Libres del Diario Público.
Una de las cuestiones que creo suscita más interés en el debate de la renovación sindical, se refiere a la mirada respecto la capacidad de las organizaciones sindicales de favorecer el cambio socioeconómico. El sindicalismo puede y debe influir en la determinación de las políticas económicas, industriales y laborales, a la vez que puede y debe promover procesos de democratización en las empresas y la economía como parte de esa lucha de clases, de esa lucha de poder entre el trabajo y el capital o su eslabón dirigente, por el control de los medios de producción y la distribución de los excedentes económicos. Asimismo, esa lucha puede y debe permitir avanzar en los pasos necesarios para la transformación del modelo económico capitalista imperante en otro socialista autogestionario que sea más eficiente, justo y democrático.
En esa clave, vale la pena mirar los puntos en común entre el
sindicalismo, la economía social y la orientación de cambio económico
autogestionario que ambos instrumentos y movimientos pueden promover.
El sindicalismo puede y debe influir en la determinación de las políticas económicas, industriales y laborales, a la vez que puede y debe promover procesos de democratización en las empresas y la economía
El análisis de las interrelaciones entre sindicalismo y economía
social debe empezar por remarcar la importancia de la economía social a
la hora de prefigurar la economía que necesitamos la clase trabajadora a
la vez que de establecer esas alternativas hoy mismo. Una
transformación real y profunda del sistema económico capitalista por
otro autogestionario necesariamente pasará por el impulso de muchas
experiencias concretas y la integración de las mismas sustentadas en
experiencias previas de cooperativismo y economía social [1].
Más allá de los grandes relatos, el cooperativismo y la economía
social en relación al movimiento sindical, ha sido una forma de generar
autoocupación, ya sea en contextos de crisis empresarial con despido
colectivo o cierre de empresa, ya sea en contextos de desempleo masivo
dónde la patronal castiga la militancia sindical y la autoocupación se
torna como alternativa imprescindible.
Asimismo la economía social se puede orientar a apoyar luchas
sindicales, cómo el caso de la cooperativa de finanzas Coop57 ejerciendo
como caja de resistencia para la huelga [2] en apoyo, entre otros, del
conflicto de las empresas subcontratadas por Telefónica, un conflicto
con una acción sindical diferente a la habitual tanto por los actores
cómo los contenidos reivindicativos y los métodos de lucha [3]
A la inversa, el sindicalismo es clave para la economía social al
sostener unos valores y prácticas que hacen de contrapeso a la dinámica
que se genera por su inserción en una economía capitalista: la
negociación colectiva de referencia permite una guía de mínimos en lo
concreto de las relaciones laborales y condiciones de empleo en la
economía social. Sucede lo mismo con la disputa por el salario social,
indirecto -sanidad, educación- y diferido -pensiones, subsidio de
desempleo, etc.- que afecta a toda la clase trabajadora incluidas
cooperativistas o participantes de la economía social. El sindicalismo
cómo organización de masas incide en ese ámbito en apoyo a las redes de
economía social y transformadora.
Por último, desde una perspectiva de transformación social no todas
las empresas pueden ser cooperativizadas o transformadas en modelos de
economía social a corto plazo (por su tamaño, por las relaciones de
poder social interno o de mercado externo imperantes, etc.), por lo que
se requiere de un fuerte sindicalismo de contrapoder con capacidad de
ejercer un control sindical y económico en toda la estructura
empresarial y productiva para reorientar el modelo económico y social.
Sindicalismo de contrapoder y economía social
La acción sindical cotidiana, la de las secciones sindicales en los
procesos de negociación colectiva, tiene mucho de los valores y
fundamentos de la economía social y cooperativa.
Los procesos de militancia sindical orientados a la expansión de
derechos sociolaborales se cimientan en una adecuada recopilación de
información económico-financiera, productiva y laboral de las empresas
para sustentar los procesos negociadores, en una colectivización entre
las plantillas de las reivindicaciones dirigidas a los empresarios y la
patronal, así como en la articulación de fórmulas solidarias de acción
colectiva y huelga indefinida con apoyo de caja de resistencia que es
sin lugar a dudas un mecanismo financiero colectivo de solidaridad
sindical [4]. Ese poder sindical como herramienta democratizadora de una
empresa o sector, es la antesala a modelos de economía social y
democracia económica.
El poder sindical como herramienta democratizadora de una empresa o sector es la antesala a modelos de economía social y democracia económica.
Lo anterior es si cabe es más evidente en procesos de
reestructuración y crisis empresarial dónde la recuperación de empresas
para su posterior laboralización o cooperativización se torna cómo
acción estratégica imprescindible para defender las condiciones y nivel
de empleo así como la estructura industrial del país, precisamente
cuando los poderes político y económico están promoviendo todo lo
contrario. Ahí la práctica sindical previa es imprescindible para
acometer con garantías dichas experiencias. Parte de esa oposición y
asesoramiento sindical y de los economistas de sindicatos de
alternativas en procesos de reestructuración empresarial se circunscribe
a la búsqueda y evaluación de las condiciones de viabilidad de
inversores industriales frente a los financiero-especulativos que
permitan recapitalizar las empresas en crisis para mantener o relanzar
la producción [5], o alternativamente promover la transformación en
empresas de economía social como sociedades laborales o cooperativas
[6]. La cuestión, pero, no tiene solo una dimensión micro, sino también
macro, de modelo social y económico.
Contrapoder sindical y autogestión económica
¿Cómo puede el sindicalismo ayudar a construir otro modelo económico y
social? Sin duda el núcleo vertebrador de la acción sindical es la
negociación colectiva. Dos ideas al respecto.
Por un lado, la orientación de la política sindical y los contenidos
sustantivos de negociación colectiva hacia objetivos de política
económica de altos salarios y pleno empleo. Las dos reivindicaciones
clave del movimiento sindical vasco cómo salario mínimo de 1200 euros
mensuales y jornada laboral máxima de 35 horas semanales, se integran
para mejorar las condiciones de vida con la generación y reparto del
empleo, además de con una política salarial solidaria que deviene
también en mecanismo de política industrial [7].
Por otro lado la introducción de contenidos de negociación colectiva
instrumentales de control sindical económico en las empresas y sectores,
esto es, promover la democracia económica en las empresas capitalistas
con ampliación de derechos de información, consulta y control sindical
de los procesos productivos, de inversión y posterior generación de
empleo [8]. Esta mirada hacia los contenidos instrumentales de la
negociación colectiva permite avanzar hacia mayor capacidad de control
de los procesos de inversión, producción y distribución, a la vez que
promover precisamente mayores tasas de inversión y generación de empleo
[9]. Asimismo un mayor control sindical de la producción y finanzas
empresariales permite limitar el fraude económico, fiscal y a la
seguridad social en el que incurren las empresas capitalistas cuyos
impactos sociales son demoledores tal como vienen exponiendo estudios
realizados por expertos economistas desde la UPV/EHU para Euskadi,
representando alrededor del 17’4% del PIB de la comunidad [10].
Euskal Herria tiene un privilegiado potencial -fraguado en décadas de luchas obreras y construcción de alternativas económicas con un asentado cooperativismo- para la configuración de un potente marco autónomo de economía autogestionaria y lucha de clases con un fuerte sindicalismo de contrapoder.
La participación sindical en aspectos de política económica,
industrial o fiscal se ha venido canalizando históricamente en el
denominado “dialogo social”, los procesos de “concertación social” entre
sindicatos, patronales y gobiernos, si bien estos procesos han
demostrado limitaciones en cuanto a una efectiva influencia sindical en
dichas materias y contraindicaciones en cuanto al aval sindical de
políticas públicas neoliberales unido a una dependencia financiera de
los propios sindicatos que han entrado en este tipo de procesos de
concertación [11]. Algunas vías de intervención alternativas exploradas
por el sindicalismo europeo pasan por incrementar la antedicha
participación y control sindical de los procesos productivos, económicos
y de inversión en empresas y sectores en la negociación colectiva a
todos los niveles lo que supone sin duda un elemento configurador del
poder en las relaciones laborales hacia una nueva democracia industrial
con participación de las personas trabajadoras. Su aplicación en el
Estado español puede pasar a corto plazo por esa ampliación de los
derechos sindicales de información, consulta y participación, vía cambio
legislativo en el Estatuto de los Trabajadores y Trabajadoras o con su
reflejo en los contenidos de la negociación colectiva, en materias
contable, mercantil y económica, productiva, organizativa y laboral
[12]. En relación a la inversión, como variable clave por determinar el
nivel de producción y empleo así cómo su orientación sectorial o de
actividad, históricamente la propuesta de implantación de Fondos de
Inversión de Asalariados ha sido una vía para desde el sindicalismo
influir en este elemento de política industrial [13]. En el ámbito vasco
empiezan a elaborarse reflexiones en este sentido por parte de EKAI
Center, vinculando relaciones laborales, democracia económica y modelo
de desarrollo, con el análisis de algunas experiencias europeas de
relaciones laborales, inversiones, desarrollo tecnológico, asignación de
ganancias y formación, abordando especialmente las relaciones laborales
de empresa y el desarrollo económico [14].
En relación a todo lo relatado, Euskal Herria tiene un privilegiado
potencial, fraguado en décadas de luchas obreras y construcción de
alternativas económicas con un asentado cooperativismo, para la
configuración de un potente marco autónomo de economía autogestionaria y
lucha de clases con un fuerte sindicalismo de contrapoder. En el marco
de esa confrontación por el desacuerdo con el funcionamiento del sistema
capitalista y como expresión de la conciencia colectiva de la clase
trabajadora vasca, es imprescindible dirigirse a una sociedad de
personas y pueblos libres articulada mediante un socialismo en el que
los medios de producción, de consumo y de cultura, estén en manos y al
servicio de las personas trabajadoras, en una auténtica democracia
económica. Ello pasa necesariamente por qué el movimiento obrero y
sindical establezca fuerte conexión entre acción sindical y los procesos
dirigidos a la socialización de los medios de producción y consumo,
además de una alianza permanente entre la economía social y el
sindicalismo de contrapoder.
En palabras del sindicalista irlandés James Connolly en un artículo
de 1908 titulado “Sindicalismo industrial y socialismo constructivo”… a
la vez que incrementa el poder de resistencia del trabajador contra los
abusos actuales de la clase capitalista, lo familiariza con la idea de
qué el sindicato que contribuye a construir está destinado a suplantar
aquella clase en el control de la industria dónde trabaja.
NOTAS:
[1] Sempere, Joaquim; García, Ernest. ¿Qué papel pueden tener las cooperativas en una transición postcarbono? Reflexiones desde el cooperativismo en Cataluña. Revista de Economía Crítica nº18, 2014.
[2] Oñederra, Unai. Coop57: una herramienta complementaria a la lucha sindical. Comunicación al II Encuentro de profesionales del asesoramiento laboral y social UPV/EHU, 2016.
[3] Mera, Igor; Mullner, Jana. Huelga de técnicos autónomos y subcontratas de Telefónica Movistar. Una experiencia exitosa. Viento Sur. 22-6-2016.
[4] Rodríguez, Lluís. Huelgas y cajas de resistencia para revitalizar el sindicato. Radicales Libres, Diario Público. 29-9-2016.
[5] Iriarte, Niko. Negociación colectiva y control sindical. Aspectos laborales y económicos. Lan Harremanak nº35, 2017.
[6] Mata, Héctor; Rodríguez Lluís. Recuperación de empresas y negociación colectiva hacia la autogestión.
Intervención en el II Encuentro Euromediterráneo “La economía de los
trabajadores y trabajadoras”. Tesalónica, Grecia, 29/10/2016. Ver
también nota 5.
[7] Rodríguez, Lluís. Revitalización sindical: el pilar de la negociación colectiva y la política sindical. Radicales Libres, Diario Público. 15-9-2016.
[8] Mata, Héctor. Los
derechos de información de la representación de las personas
trabajadoras: límites legales y mejora a través de la negociación
colectiva. Lan Harremanak nº35, 2017. Ver también nota [7].
[9] Estrada, B (2014). Creación de empleo y modernización de la negociación colectiva. Revista Temas.
[10] Zubiri, Ignacio; Fernández-Macho, Javier; Gallastegui, MªCarmen. Economía sumergida y fraude fiscal en la Comunidad Autónoma de Euskadi. Informe del Instituto de Economía Pública UPV/EHU. 2016.
[11] Letamendia, Francisco. Estructura política del mundo del
trabajo: fordismo y posfordismo. Tecnos, 2009, pp. 41-42; Elorrieta,
Joxe. Una mirada sindical contracorriente. Icaria – Fundación Manu
Robles-Arangiz, 2017, pp. 182-188.
[12] Véase notas 7 y 8.
[13] Del Rosal, Mario. La democracia económica y los fondos de inversión de los asalariados: posibilidades y contradicciones. Comunicación al II Encuentro de profesionales del asesoramiento laboral y social UPV/EHU, 2016.
[14] EKAI Center. Relaciones laborales de empresa y el desarrollo económico. EKAI Center – Gipuzkoa Foru Aldundia. 2016
Lluís Rodríguez Algans. Economista asesor laboral y de políticas públicas en Euskadi.
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