Parecon y autogestión. Entrevista con Michael Albert
El pasado 13 de octubre se celebró en Barcelona la conferencia debate
titulada "Parecon: la vida después del capitalismo", a la que asistió
como ponente Michael Albert. Tuvimos la oportunidad de poder hacerle una
entrevista via mail previa a su llegada de la cual, por razones de
espacio, sólo hemos publicado en la sección de economía del Periódico
CNT una selección de todas las preguntas. En las siguientes líneas se
puede leer la versión íntegra de la entrevista.
Preguntas: Redacción de Economía. Traducción: Victor Méndez y Jon
Las Heras. Para contactar con la sección: economia@periodico.cnt.es
En la historia existen pocos autores anarquistas que se
hayan dedicado a analizar los aspectos económicos de la sociedad.
¿Cuáles crees que han sido las aportaciones más relevantes de los
anarquistas al pensamiento económico?
Creo que la principal contribución de los anarquistas a la economía,
es su deseo de reducir la jerarquía al mínimo y en su lugar, aumentar la
participación consciente y la autogestión. Estos objetivos deberían
guiar cualquier pensamiento razonable sobre la economía, o sobre
cualquier otro fenómeno social.
Otra contribución anarquista ha sido su atención al papel de la
división entre clases no derivada de la propiedad. Bakunin y otros
fueron fundamentales, creo, para ayudar a comprender que una división
del trabajo que otorga a una minoría un monopolio laboral transmisor de
influencia, habilidades sociales, iniciativa y confianza, en tanto que
la mayoría solo realiza un trabajo sin alicientes que requiere
mayormente obediencia a la vez que la disminución de las habilidades
sociales y la confianza en uno mismo, hace que el primer grupo, que
llamo la clase coordinadora, domine al segundo, la clase trabajadora.
Para entender los intereses de clase como una fuerza motriz en el cambio
económico se requiere que uno destaque no solo dos clases – capitalista
y trabajadora – sino tres, capitalista, trabajadora, y, entre ellas, la
clase coordinadora, no menos porque los coordinadores pueden
convertirse en la clase dominante en lo que ha sido llamado socialismo
de mercado o de planificación central, pero que debería haber sido
llamado coordinarismo.
Finalmente, creo que el trabajo de Kropotkin sobre el apoyo mutuo y
también con respecto a las virtudes intrínsecas del trabajo, puede
ayudarnos a comprender cómo los mercados atacan a lo social así como el
mecanismo de distribución alternativo necesario para fomentar, en su
lugar, el apoyo mutuo. Es asimismo útil para entender el impacto de las
divisiones del trabajo contemporáneo y esclarecer qué se requerirá para
tener relaciones económicas equitativas e incentivos económicos
razonables.
Desde tu punto de vista, ¿cómo crees que se conecta la
teoría económica y el análisis de economía aplicada del capitalismo, con
las propuestas anarquistas en economía de una sociedad diferente?
¿Crees que existen conexiones entre la economía política radical
(Radical Political Economics) como análisis del capitalismo y el Estado,
y un enfoque anarquista de economía participativa como propuesta de
sociedad futura? Si es así, ¿cuáles?
Si por “economía aplicada” se refiere a la teoría económica
convencional, como sospecho y asumiré, creo que la conexión es muy
pequeña. La teoría convencional presta poca atención a las clases por sí
mismas y a lo que llamo la clase coordinadora, además de ignorar las
propuestas anarquistas o casi ninguna a cualquier otra aspiración de una
nueva sociedad. Al contrario, la teoría económica convencional existe
mayormente para decir cosas razonablemente inteligentes acerca del
fenómeno económico, pero sólo dentro de la restricción paralizante de
que lo que se diga justifique la inevitabilidad y la permanencia de
estructuras tales como los mercados, la división del trabajo, la
propiedad privada, y la toma de decisiones fuertemente jerarquizada.
Esto no tiene nada que ver con las aspiraciones anarquistas, a no ser
que sea como negación.
Sin embargo, debería decir que hay ciertos puntos de vista, incluso
dentro de las restricciones reaccionarias y paralizantes de los
profesionales al uso, a las que los anarquistas deberían prestar
atención, por ejemplo las relacionadas con cuestiones tales como la
interconectividad de todas las opciones económicas y la realidad
asociada a lo que se denominan costes de oportunidad, lo cual es que
cuando x se realiza, tienen que dejar de hacerse otras cosas que podrían
haber sido realizadas con los mismos recursos y trabajo. El coste de
hacer x es no hacer y. Este punto de vista es una comprobación útil en
el pensamiento utópico de algunos segmentos de la izquierda que asume
que la gente pude simplemente hacer cualquier cosa que quieran sin
ningún coste.
Pero, dicho esto, la mayor parte de la economía no sólo es
reaccionaria, sino que además es un sinsentido, como por ejemplo en las
nociones generalizadas sobre los incentivos, el impacto de los mercados,
lo que constituye la eficiencia, etc.
La economía política radical es otro asunto. Sospecho que varía a lo
largo del planeta, pero en mi propio país, EEUU, existe actualmente una
asociación de economistas políticos radicales (Union for Radical
Political Economics -URPE-). La URPE ha sido principalmente marxista,
aunque no por completo, y ha tenido muchas ideas dignas e importantes,
pero también ha sido obstaculizada, desde mi punto de vista, por no
observar la tercera clase mencionada antes. La mayor atención de la
economía política radical recae en la cuestión del poder y las
humillaciones diarias de clase, muchos de los males del mercado y otras
cuestiones que son relevantes; sin embargo, para cualquier intento en la
consecución de una economía y una sociedad anarquista, será necesario
incluir la economía participativa y una sociedad participativa.
Igualmente debería hacer notar que la falta de atención de la economía
radical a la existencia de tres clases podría ser atenuada o incluso
desaparecer, con la esperanza de mantener una relación mucho más
estrecha entre la economía radical y el anarquismo, incluyendo, en
particular, las economías participativas.
¿Con qué propuestas economicas y sociales crees que se
puede afrontar la actual crisis económica para que no sean los
trabajadores y trabajadoras los que sufran las consecuencias de la
crisis? ¿Existen propuestas factibles a corto plazo que no sea la
inversión pública como forma de atenuar el paro masivo?
Primero, sería un descuido por mi parte si no dijera al menos unas
pocas palabras acerca de este concepto, crisis. ¿Cómo se define una
crisis? Antes de la crisis que estamos pacediendo, decenas de millones
de personas murieron cada año de enfermedades evitables y hambre. Muchas
más fueron bombardeadas en el olvido para defender las circunstancias
generadoras de toda esta enfermedad y hambre. A miles de millones de
personas se les negó un trabajo y fueron sumidos en una indigna
subordinación. ¿Por que todo esto no es una crisis?
Entonces algo pasó, estallaron algunas burbujas, y de repente hubo
una crisis. Se podría pensar que fue porque lo que ocurrió puso las
cosas peor para la mayoría de la gente. Pero no, ésta no fue la razón.
La razón de la crisis proclamada en los medios de comunicación fue
porque lo que sucedió afectaba o amenazaba afectar no sólo a los pobres y
débiles, no sólo a aquellos mencionados antes, los de abajo, sino
también a los de arriba. Lo que la convirtió en una crisis fue una
situación que hiere a las elites, y particularmente una situación que
podría conducir a una disidencia masiva, lo que a su vez causa pérdidas
mayores a las elites.
¿Cómo reacciona entonces la elite, aparte de llamando crisis a
nuestra situación actual mientras califica de normalidad las decenas de
millones de muertos anuales y los miles de millones de vidas
severamente? Tratan de eliminar o dar fin a la crisis, pero de tal
manera que provoca que haya, una vez la crisis está terminada, incluso
más poder y traspaso de riqueza a aquellos de arriba en detrimento de
los de abajo.
Por lo tanto, en este contexto, ¿qué pueden hacer los trabajadores?
Digamos que podemos disentir, rebelarnos, y resistir, y es obviamente
verdad, pero ¿con qué finalidad? Digamos que podemos hacerlo con el
propósito de crear una nueva sociedad y es de nuevo obviamente verdad,
pero conseguirlo llevará su tiempo, ¿qué puede aliviar el dolor ahora? Y
más allá de esto ¿qué puede aliviar el dolor ahora y también movernos
hacia mayores beneficios y eventualmente hacia una nueva economía y una
nueva sociedad?
Veamos algunos puntos de vista generales para algunas políticas
factibles: hacer pagar al rico, no al pobre; y hacer que el pobre llegue
más lejos con mejor organización y más fuerte, y al rico lo contrario,
si es posible.
Una forma de realizar una actividad digna es, entonces, la práctica
diaria de apoyo mutuo militante y sincero. Esto podría incluir
comunidades protegiéndose contra los desahucios, comunidades
protegiéndose contra vertidos de basura, movimientos protegiéndose
contra la especulación, sindicatos luchando contra los despidos o los
recortes de salario, etc
Una segunda forma de actividad digna son las protestas para lograr
cambios como el incremento de los salarios mínimos, fijar un tope en los
ingresos más altos, impuestos más progresivos que distribuyan la
riqueza, y la redistribución del gasto nacional desde partidas que son
destructivas u orientadas al control hacia partidas que sirvan a las
necesidades reales de las comunidades de trabajadores.
Pero consideremos ahora el desempleo, ya que es el corazón de la
crisis actual. ¿Hay algo que la gente trabajadora pudiera buscar para
mitigar el desempleo masivo aparte del gasto público? Si, ciertamente
hay algo más.
Consideremos un lugar de trabajo concreto con un millar de empleados.
Supongamos que van a despedir a 250 personas, o un 25%, lo cual es,
creo, un porcentaje típico actualmente para muchos lugares en España y
en el medio oeste de los EEUU. Supongamos también que la disminución de
la demanda de producción de la fábrica es la razón real para la próxima
decisión del despido de 250 trabajadores.
¿Qué se puede hacer? Bueno, si queremos manejar la situación al
tiempo que mantener o incrementar los beneficios actuales y a lo largo
del tiempo, bien, entonces deberíamos despedir a los 250 trabajadores.
Esto debilitará a todos los trabajadores por medio del incremento del
desempleo y el miedo, y al menos mantendrá la tasa de beneficio, como
también se pueden tratar de reducir los salarios, y entonces, cuando el
empleo vuelva a subir, el coste salarial será menor. Por lo tanto, ésta
es la manera en la que los propietarios afrontan la difícil situación de
disminución de la demanda, protegiendo sus propios intereses. Pero,
¿qué pasa si en lugar de ello queremos evitar que la situación empeore o
incluso que mejore?
La respuesta podría entonces ser formulada de otra manera. En lugar
de despedir a 250 personas, mantener todos los empleos. Debido a las
necesidades de reducción de la producción, reducimos la duración del
trabajo cada semana en un 25%. Todo el mundo continúa teniendo un
trabajo, pero trabaja unas cuantas horas menos. Pero no nos paremos ahí.
La culpa de la interrupción de la economía recae en los ricos. Y lo que
es más relevante, durante mucho tiempo han tenido unos ingresos
infinitamente más altos de lo que merecen, así que, de acuerdo,
mantengamos los salarios de los trabajadores como estaban. Así, si antes
trabajaba cuarenta horas y ganaba x, ahora trabajo treinta horas, pero
continúo llevando a casa mi salario x. Mi salario por hora sube. Mi
caída en horas trabajadas es un beneficio, no un desastre.
¿Quién sufre la pérdida de ingresos sin una reducción en los
salarios? Los propietarios. De hecho pierden dramáticamente comparado
con la situación anterior. Hay que hacer notar que los trabajadores
ganan no sólo en salario por hora, sino también en ocio, lo cual no es
un beneficio pequeño, dado que permite tiempo para organizarse y
conseguir aún más triunfos.
Por lo tanto, dirigimos el desempleo en una manera que beneficia a
los trabajadores, no sólo en una planta, sino a lo largo de toda la
economía, a expensas de los propietarios y también allana el camino a
mayores beneficios. ¿Pero qué ocurre si los propietarios literalmente no
pueden permitirse el gigantesco éxito que es un crecimiento salarial
mucho mayor?
Bien, algunos que no son propietarios también ganan actualmente más
de lo que les correspondería. Me refiero a los coordinadores incluyendo
los niveles altos de los abogados, doctores, gerentes, gestores
financieros, etc. Por lo tanto, refinemos nuestra demanda de nuevo.
Quienes ganan menos de alguna cantidad anual -digamos menos de 80.000
dólares- continúan ganando lo mismo que antes mientras que trabajan el
25% menos de horas. Para aquéllos que estaban ganando más que la
cantidad de corte, se les recortará el salario un 25% trabajando un 25%
menos de horas. De esta forma no sólo los propietarios pagan por la
crisis económica, sino también aquéllos que llamamos clase coordiandora,
consiguiendo de nuevo mayor equidad y justicia.
Si, por cierto, esta solución fuera adoptada en todo el país, por
supuesto podrías asegurar con mucho acierto que los gobernantes
descubrirían rápidamente la estupidez de la política de recortes de
presupuestos y recurrirían a nuevos impuestos y gastos sociales,
renunciando a recortes que sólo tratan de arreglar la economía a un
menor coste para las elites.
¿Qué tipo de propuestas contra la crisis económica crees necesarias que se articulen desde un enfoque anarquista?
El fin de los despidos, la reducción de la jornada semanal y las
políticas de redistribución de los ingresos son buenos ejemplos, creo.
Es digna cualquier propuesta que ponga mayores restricciones a los más
ricos y que cree nuevas condiciones sociales que aumenten la
organización, la conciencia, y las opciones de las personas trabajadoras
de tal forma que se encuentren en condiciones de continuar buscando aún
mayores ganancias. Esto también incluiría el recorte de los
presupuestos militares y utilizar las ganancias para reconstruir
infraestructuras, crear mejores escuelas, vivienda, asistencia
sanitaria, etc.
¿Qué oportunidades se pueden dar en el contexto actual para construir una economía anarquista?
La crisis por sí misma no va a empujar automáticamente hacia el
anarquismo o cualquier otra solución de progreso. Cuando las cosas
empeoran entonces lo normal es querer retornar a las condiciones pasadas
–un deseo muy natural, de hecho–, no afrontar condiciones
revolucionarias, mucho menos objetivos anarquistas.
Aún peor, los ricos y los poderosos quieren no sólo volver atrás a
las condiciones anteriores a la crisis, sino mejorar su situación
respecto a entonces. Los pobres y débiles también deberían querer evitar
los nuevos perjuicios, pero a través de nuevas relaciones que les
permitan vivir mejor y alcanzar una posición mejor para continuar
avanzando.
Por lo tanto la relación entre la situación de normalidad (que es la
crisis perpetua) o la de ruptura caótica (que es la crisis actual) y la
construcción de una economía anarquista no está escrita en ninguna ley
social o natural sino que reside en el carácter de la respuesta
organizada. En una situación de crisis, ¿estamos engrosando nuestras
filas, aumentando nuestra conciencia y expandiendo nuestras mentes
desarrollando y expresando nuestros deseos, incluso mientras
transferimos costes a los ricos y poderosos? Si es así, vamos bien. Si
no es así, entonces la crisis puede traducirse en un desastre no sólo
para este momento, sino durante un largo periodo.
¿Qué trabajo específico crees que es necesario para que
los trabajadores puedan autogestionar una economía? ¿Crees que el
anarcosindicalismo puede capacitar a la clase trabajadora para
autogestionar los medios de producción? ¿Cómo se puede conectar hoy en
dia un trabajo sindical revolucionario con la construcción de
alternativas economicas?
Creo que la autogestión requiere un espacio donde los trabajadores y
los consumidores puedan desarrollar sus preferencias y determinar la
producción para la economía de una forma autogestionada. Pienso que por
eso debemos crear y mantener consejos autogestionados de productores y
consumidores.
También creo que dentro de estos consejos, a no ser que todos los
trabajadores y consumidores se sientan igualmente seguros y están
igualmente preparados para participar, al menos en media, en las
discusiones y decisiones que les afecten, unos pocos dominarán a la
mayoría. Trabajadores y consumidores necesitan tener una preparación
comparable, y su contexto y experiencias deben capacitarles para
participar de forma equivalente. Desde mi punto de vista, esto significa
que debemos lograr y mantener una nueva división del trabajo con lo que
denomino “combinaciones equilibradas de empleo”.
También pienso que tampoco puede haber disparidades amplias en
producción y riqueza que puedan generar diferencias de poder si lo que
quieres es una autogestión real generalizada. Por lo tanto esto
significa que debemos lograr y mantener una remuneración equitativa, lo
cual es positivo para que el trabajo tenga un valor social duradero,
intenso y sólido.
Finalmente, ambos, los mercados y la planificación central, generan
diferencias de clase mediante la imposición de una clase coordinadora,
nuevamente, por encima de los trabajadores. Por consiguiente hay que
rechazar estos modos de distribución y, en su lugar, mi propuesta y las
de las economías participativas, es favorecer la consecución y
mantenimiento de lo que llamamos planificación participativa, o
negociaciones cooperativas de los insumos y de la producción a través de
consejos de productores y consumidores.
Si por anarcosindicalismo se refiere a anarquismo con un énfasis en
la organización y autogestión de los trabajadores, incluyendo la
consecución de una economía sin clases y una política democrática
participativa, entonces obviamente en estos aspectos es parte integrante
de las economías y sociedades participativas. Si el anarcosindicalismo
entiende la sociedad como consecuencia de los puntos de vista y acciones
de los trabajadores como tales, sin promover asambleas locales
estrictamente políticas ni organizar consejos de consumidores, entonces
la diferencia es importante, y habrá que abordarla. Análogamente, si por
alguna razón infravaloran las cuestiones de género, sexualidad, raza y
cultura, respecto a las de clase, entonces esto también marcaría una
diferencia, al menos en la amplitud del enfoque.
La última parte de la pregunta es increíblemente importante.
Necesitamos crear alternativas para aprender de ellas, para proporcionar
esperanza, para orientar nuestros esfuerzos más ampliamente, etc.
También necesitamos luchar desde las estructuras existentes en los
sindicatos, vecindarios y demás, para obtener beneficios, para
permanecer conectados, para desarrollar el apoyo mutuo, para aumentar la
asistencia, etc. Cualquier solución sin la otra es defectuosa: el
sindicalismo revolucionario por sí solo por ser potencialmente aislado y
distante de la realidad social; y las otras formas de lucha por ser
potencialmente reformistas. Es crucial, por tanto, eliminar la antipatía
mutua entre ellos, conectándolos en profundidad ambas prioridades.
Respecto a cómo realizar esto, no creo que haya ninguna solución general
o concreta. Imagino soluciones dependiendo enteramente en los tipos de
situaciones que nos encontremos y desarrollemos.
¿Cuáles fueron los orígenes del modelo de Economía Participativa? ¿Qué referentes teóricos y prácticos inspiraron el modelo?
El modelo que Robin Hahnel y yo alcanzamos a componer podría decirse
de manera argumentada que tiene sus orígenes únicamente en cosas que nos
afectan a nosotros. Ésta es la manera en la que mucha gente contesta
cuando se le pregunta por los orígenes de lo hicieron o dijeron. Pero
creo que esto sería erróneo. Los orígenes reales de la visión de la
economía participativa, o también llamada Parecon, siguen la herencia de
quienes han buscando una sociedad sin clases – y algunas veces puede
rastrearse hasta la primera huelga registrada, en el Egipto de los
faraones. De cualquier modo, Parecon esta ciertamente influenciado,
sobre todo, por el surgimiento del pensamiento socialista, y luego por
el pensamiento anarquista y consejista.
Aprendimos lecciones, por ejemplo, no sólo del marxismo y más tarde
de la crítica de algunos aspectos del marxismo, sino también de Bakunin,
Kropotkin, etc. También Anton Pannekoek, por ejemplo. Pero las
influencias más próximas fueron, creo, principalmente la ética y la
práctica de la Nueva Izquierda de los sesenta de la que ambos, Robin
Hahnel y yo fuimos parte, y de Noam Chomsky, con quien tuve una cercanía
particular y del que aprendí mucho.
Creo que los principales fundamentos teóricos fueron el rechazo a una
concepción estrecha de la economía, decidiendo, en cambio, atender no
sólo a lo material sino también a lo personal, lo social y lo ecológico
de los insumos y los resultados de la actividad económica; una
comprensión de clase que incluía el análisis de la propiedad y una
atención especial a la división del trabajo, resaltando también temas
relacionados con las costumbres y la conciencia; un rechazo razonado
tanto del mercado como de la planificación centralizada; y una
formulación cuidadosa y comprensiva del compromiso con la solidaridad y,
en particular, con la autogestión, entendida como la implicación
popular en las decisiones de forma proporcional a cómo afectan tales
decisiones.
Creo que los fundamentos prácticos del Parecon fueron una extensa
revisión de la historia de las denominadas experiencias socialistas en
Rusia, China, Yugoslavia y Cuba, así como de otros intentos
relacionados, incluyendo los de los movimientos anarquistas aquí en
España, como también de las lecciones de nuestras propias experiencias
personales tanto en la Nueva Izquierda como, en mi caso, en un proyecto
de publicidad autogestionado por los trabajadores llamado South End
Press.
En España, en los años previos a la guerra civil, se
discutieron diferentes propuestas libertarias sobre cómo organizar la
sociedad de forma anarquista también en la economía, lo que se denominó
comunismo libertario. ¿Es la Economía Participativa una propuesta de
comunismo libertario?
Los modelos de aquel periodo, por lo que sé de ello, se inspiraron en
valores maravillosos pero siguieron muy atados a los mercados para la
distribución, aclarando sólo de forma implícita, que no explícita, sus
concepciones sobre la división del trabajo y las normas de remuneración.
Por tanto, si la pregunta es si el Parecon es igual que aquellos
modelos, entonces no, el Parecon no es lo mismo. Pero si la pregunta es
si el Parecon, después de todo este tiempo, trata de incorporar las
viejas y las nuevas lecciones de manera acorde a las aspiraciones de
aquellos modelos, entonces creo que la respuesta es sí, de manera muy
determinante.
De hecho, por lo que podemos saber, creo que la base y la mayor parte
de los actores más organizados ideológicamente en aquellos días
estarían muy de acuerdo, si no del todo, con las características que
definen la economía participativa, incluyendo los consejos
autogestionados de trabajadores y consumidores o las asambleas como los
lugares para desarrollar la autogestión; la remuneración basada en la
duración, intensidad y pesadez del trabajo socialmente útil como forma
de implementar la equidad; las combinaciones equilibradas de empleo como
un vehículo de participación informada y con el objetivo de eliminar la
división de clase entre los trabajadores y los coordinadores; y la
planificación participativa o la negociación cooperativa de los insumos y
de la producción en las asambleas de productores y consumidores para
remplazar la planificación central y los mercados. Este conjunto de
objetivos institucionales es, creo, una lista mínima de características
institucionales que podemos, con mucha probabilidad, variar en sus
formas específicas mas allá de sus características definitorias
principales, en las diferentes industrias, países, etc., y muy
probablemente puede llevarnos a lograr el objetivo maximalista de una
economía sin clases, autogestionada, solidaria, y equitativa, una
economía del tipo que todo anticapitalista sincero y activista a favor
de la eliminación de las clases sociales ha querido siempre.
¿Qué estrategias de transición propone la economía
participativa? ¿Qué agentes sociales deberían impulsarlas e impulsar
también una economía participativa?
Creo que la estrategia es principalmente contextual, con lo que me
refiero que depende del lugar y el momento, y en realidad de todas las
circunstancias particulares. Hay, sin embargo, al menos unas cuantas
advertencias generales que creo que son virtualmente universales.
Cuando buscamos una economía sin clases, desde Parecon lo hacemos
sólo como una parte de la búsqueda de una sociedad participativa,
planteando así conjuntamente y con igual prioridad, objetivos
feministas, antiracistas o lo que llamó intercomunales, y
antiautoritarios o anarquistas. Incorporar las semillas del futuro en el
presente. Buscar reformas dignas, pero de forma no reformista, que
apunten hacia un cambio exhaustivo y que nos permitan avanzar hacia esos
objetivos organizativa, conceptual y emocionalmente.
Desarrollar la organización de movimientos que utilicen la
autogestión, que protejan e incluso celebren la disidencia y que busquen
la diversidad de pensamiento; movimientos que ayuden a sus miembros
haciendo sus vidas más placenteras y llenas de sentido en su camino
hacia la transformación, de forma que el movimiento crezca en lugar de
perder apoyo continuamente. Crear consejos o asambleas vecinales y de
trabajadores y federarlos por regiones e industrias.
Manejar la riqueza y las circunstancias como se haría en una economía
participativa, mediante combinaciones equilibradas de empleo. Atender a
las cuestiones de clase adicionales y crear un movimiento que celebre y
manifieste la cultura y las preferencias de los trabajadores, no de los
coordinadores. Determinar la esfera de la política participativa, si se
quiere, y manejar disputas, legislación, etc., consistentemente con
aquel conjunto de objetivos. Tratar de la misma manera las cuestiones
relacionadas con el parentesco y con la visión cultural. Podríamos
continuar, pero creo que la verdadera prueba radica en las condiciones
concretas en que nos encontraremos y en cómo las afrontaremos,
aprendiendo mientras andamos.
En cuanto a los agentes sociales, el supuesto de partida es que el
liderazgo en la lucha debe recaer en la bases de las jerarquías
sociales, es decir, en quienes viven de su trabajo y en los pobres, en
las mujeres, los homosexuales, quienes actualmente son culturalmente
reprimidos y oprimidos, quienes obedecen las órdenes, etc. Pero en
última instancia, el reconocimiento mayor es que quienes están
comprometidos con los objetivos del movimiento, tienen claro su papel y
trabajan efectivamente hacia su consecución, éstos serán los que más
contribuyan.
¿Crees que es factible un modelo de desarrollo económico
local-regional, donde se incluyan anarcosindicatos en las empresas
capitalistas, cooperativas de producción y consumo, y bolsas de trabajo
para los parados, vinculadas a dichos anarcosindicatos, con el objetivo
de establecer mecanismos autogestionarios de intervención en los
mercados de trabajo locales? ¿Cómo se podría conectar esta praxis con
una idea de economía participativa para caminar hacia la eliminación del
capitalismo y el Estado?
No sólo creo que es factible, creo que es muy deseable e incluso de
capital importancia. Para tener éxito, los movimientos transformadores
deben crecer en tamaño incesante y continuamente, y sus miembros también
deben aumentar su compromiso y ser más capaces de participar de manera
efectiva, conociendo sus objetivos, estrategias, etc. En un escenario
como éste muchos tipos de actividades pueden ayudar, pero dos grandes
tipos resultan obvios.
Primero, tenemos actividades que esencialmente implican la
construcción de instituciones consistentes con nuestras metas, pero
operando ahora, en el presente. En parte, esto es la construcción de las
propias estructuras de nuestros movimientos, pero es posible y
necesario también construir nuestras propias comunidades y lugares de
trabajo autogestionados, federados conjuntamente, etc. Segundo, tenemos
actividades que buscan ganar mejoras en la vida de la gente, en sus
instituciones y vecindarios actuales. Esto es trabajo para conseguir
cambios, los cuales son por definición reformas, pero con suerte,
realizando estos cambios de manera no reformista que apunten a aumentar
continuamente la lista de victorias y a preparar las formas y los medios
para campañas cada vez más grandes hasta que, finalmente, no tanto
eliminemos el capitalismo y el estado sino que reemplacemos el
capitalismo y las estructuras políticas actuales con una nueva economía
participativa y una nueva política participativa de nuestra elección.
Las posibilidades mencionadas en la pregunta incluyen una mezcla de
las actividades del primer y del segundo tipo, y haciéndolo así se
resalta la prioridad esencial de que no sólo hay que perseguir ambos
tipos de actividades, sino que hay que entrelazarlas todo lo posible.
La creación de alternativas inmediatas sin luchar dentro de las
instituciones existentes corre el riesgo severo de resultar en opciones
desconectadas, periféricas e incluso monstruosas para la mayoría de los
ciudadanos. Pero las luchas por las mejoras de la gente en los
vecindarios y en los lugares de trabajo, y en las políticas económicas
nacionales, que no están vinculadas a nuevas soluciones visionarias,
corren el riesgo de perder de vista los objetivos a largo plazo y
convertirse en meramente reformistas. Sin embargo, enlazando las dos,
ambas pueden reforzarse drásticamente. Cómo haremos esto, de nuevo, es
una cuestión a analizar caso por caso, pero creo que la respuesta reside
principalmente en observar de forma constante a cada una como un
aspecto de la otra, hablando de ambas independientemente de en cuál nos
estemos centrando, y poniendo nuestras energías y capacidades de apoyo
mutuo al servicio del otro, donde quiera que sea actuando así ayudará.
Dentro de las estrategias de transición del capitalismo
hacia una sociedad anarquista, ¿cómo crees que se pueden afrontar los
problemas derivados de la división del trabajo y concretamente el papel
estratégico de los técnicos y profesionales que, como los economistas,
son en general defensores acérrimos del capitalismo? ¿Cómo crees que se
puede convencer a nuestros colegas economistas, en tanto que gestores y
asesores que trabajan, como la mayoría de trabajadores y trabajadoras,
para beneficiar de las fuentes de poder del capital? ¿Qué función
tendríamos los economistas en una economía participativa?
La primera parte de esta pregunta plantea, nuevamente, la cuestión
del papel de la clase coordinadora, y la cuestión de cómo relacionarse
con ella y con las estructuras que genera, durante nuestras batallas
presentes. Creo que esta cuestión es primordial. Creo que la respuesta
es que debemos siempre reconocer honestamente la existencia de esta
diferencia de clase. Debemos desarrollar la conciencia de clase
trabajadora y ponerla en práctica, en lugar de apelar a la conciencia y a
la praxis de la clase coordinadora. Tenemos que analizar y oponernos a
los supuestos y hábitos de la clase coordinadora en la medida en que
sean elitistas y arrogantes, incorporando en nuestras propias
instituciones combinaciones equilibradas de empleo, y debemos luchar por
cambios en las instituciones convencionales que lleven hacia esta nueva
división del trabajo. Cuando digo que esto es algo primordial es porque
desde mi punto de vista el leninismo, a pesar de las aspiraciones de la
mayoría de los leninistas de base, quienes indudablemente quieren la
eliminación de las clases, es de hecho el programa de la clase
coordinadora, no el de la clase trabajadora. Lo que se necesita no es
paternalismo hacia los trabajadores, no es la beneficencia hacia ellos,
sino la autogestión de la clase trabajadora, y esto significa en última
instancia la disolución de la clase coordinadora a través de la
dispersión de sus actividades entre todos los trabajadores, en lugar de
sólo entre unos pocos.
El cómo realizar esto es una gran pregunta. Pero los argumentos que
dicen, por ejemplo, que los mejores oradores deben dar todas las
charlas, los que toman mejores decisiones deben decidir siempre, los que
mejor escriben deben hacer todos los escritos, son terriblemente
erróneos, y ya estén hechos de forma inadvertida o intencionada, sirven
en cualquier caso a los intereses de la clase coordinadora. Son erróneos
desde dos puntos de vista. Primero, aquéllos que son los mejores en
algo hoy (debido principalmente a las ventajas obtenidas de la formación
y el conocimiento), no necesariamente tienen por qué serlo mañana, con
una formación y difusión del conocimiento más amplia. Segundo, aquéllos
que se creen mejores, normalmente no lo son. Pueden tener más confianza y
un vocabulario más fluido, pero la mayoría de las veces todos ellos
vienen con el bagaje de las presupuestos del coordinarismo, que limitan
terriblemente las ventajas que posean. El único criterio para determinar
si algo merece la pena no es el de ser el mejor en algo; las cuestiones
de la equidad, de la participación, de la eliminación de las jerarquías
injustas no son baladíes.
Respecto a lo de convencer a los economistas de cambiar sus
pareceres, supongo que es como discutir diferentes valores y opiniones
con cualquiera que tenga serios intereses creados obstruyendo su
capacidad de pensar con claridad. Tienes que intentar superar ese
obstáculo, con ejemplos y evidencias que provoquen reconocimiento y
apelen a mayores virtudes. No es fácil, particularmente con el tipo de
clase coordinadora que ha mamado, tal como está diseñado el sistema
educativo, nociones de su propia superioridad. En cuanto a lo del papel
de los economistas en una economía participativa, nadie se ha preguntado
nunca acerca de esto, y yo nunca he pensado sobre ello. No estoy
seguro. Hoy en día, el trabajo técnico (como el que se realiza en los
hopitales, las cabinas de los aviones, los laboratorios o los estudios
de diseño) lo realizan personas con combinaciones equilibradas de empleo
y formación asociada. ¿Hay algo como esto para un economista en una
economía participativa? Supongo que sí, pero realmente no estoy seguro
de qué haríamos o estudiaríamos, y con qué fines. A no ser que fuera,
quizás, encontrar un estadio más alto de organización humana de la vida
económica, más allá de Parecon y de la ausencia de clases. Creo que la
tarea de los comités de asistencia y similares no depende de lo que
probablemente queramos decir con teoría económica.
De cualquier manera, estoy de acuerdo que esto y las cuestiones
relacionadas están, o deberían estar, en el centro de las diferencias
entre anarquistas y leninistas. Están, o deberían estar, en el núcleo
del pensamiento acerca de las estrategias de cambio, precisamente como
se indica de forma implícita en la pregunta.
¿Cuáles podrían ser algunas de las estrategias que nos
ayudaran a reconducir el proceso actual de desarrollo tecnológico
descontrolado, y que fomenta la jerarquización y estratificación de la
sociedad, hacia las prácticas autogestionarias que plantea el Parecon?
Opino que el desarrollo tecnológico no está descontrolado. Y por la
pregunta, creo que estaréis de acuerdo. Por ejemplo, cuando estaba en la
universidad, en la facultad técnica, me di cuenta de que estaba bien
visto por mis compañeros el intentar encontrar la forma para que las
bombas pudieran alcanzar sus objetivos (conseguido alrededor de 1970 y
usado por primera vez, como prototipo, contra los diques de las presas
en Vietnam) y de que había mucho dinero para conseguir esta “tarea
técnica”, mientras que no se investigaba sobre cómo poder derribar un
bombardero B-52 con una arma de fuego manual. No había dinero para
lograr aquella “tarea técnica”, aunque ambas eran técnicamente igual de
interesantes y exigentes. La diferencia estaba en que la primera tarea
confluía con los intereses de la elite gobernante. La segunda era
contraria a aquellos intereses. Quedaba meridianamente claro que la
curiosidad y los objetivos tecnológicos de los ingenieros y científicos
estaban encauzados (controlados) por lo menos en sus aplicaciones, por
las instituciones elitistas que los rodeaban. Lo mismo ocurre de forma
general. No existe apoyo a la investigación técnica para buscar formas
de organizar los espacios de trabajo y crear herramientas para que los
trabajadores terminen con más poder y con unas relaciones más personales
después de que hayan usado dichas herramientas. En cambio, es enorme el
apoyo otorgado al desarrollo contrario, a herramientas y espacios de
trabajo que fragmenten y debiliten a los trabajadores. El fin para el
cual las tecnologías están pensadas está bajo control. Podríamos
continuar hablando de esto, pero una vez hayamos planteado la cuestión
así, la problemática es obvia. La obsolescencia planificada es fabulosa.
La manipulación mediática es sensacional. Más fabuloso será aún si las
bombas son efectivas. Que se produzcan bienes baratos y duraderos, no lo
es tanto. Que haya medios de comunicación veraces, olvidaos de ello.
Que existan mejores herramientas para la autodefensa de los débiles y
pobres, debe ser una broma.
Bien, dicho esto, puedo concluir que la tecnología promueve la
jerarquización precisamente porque la investigación tecnológica y su
implementación están tuteladas por el capital y el Estado. Por lo que la
única vía de conseguir una tecnología mejor es la misma que para
conseguir mejorar en cualquier otra faceta. Primero, tenemos que
construir movimientos que sean capaces de conseguir mejoras. Esto quiere
decir que esos movimientos tendrán que ser capaces de reunir
suficientes efectivos, y suficientemente implicados, para poder forzar
los resultados que reclamamos. También supone que tendrán que luchar
contra la elite en un marco en el que no aceptar nuestras
reivindicaciones será peor para ella que otorgárnoslas (por la
provocación que supondría para nosotros). Así es como se gana la lucha.
Segundo, mientras vayamos sembrando las semillas del futuro en el
presente, incluida la construcción de nuestras propias instituciones,
podemos intentar introducir tecnologías por nuestra cuenta. En algunos
campos, de momento, está descartado por los costes que implican. Pero en
otros, en lo relativo a cuestiones organizacionales y herramientas
simples, sospecho que hoy día sería posible si lo convirtiéramos en uno
de nuestros objetivos.
Por ejemplo, hay izquierdistas que no solo usan, sino que celebran la
aparición de Twitter y Facebook, y toda la tecnología que permite la
construcción de redes sociales. De hecho, esas corporaciones y sus
tecnologías son un buen ejemplo del tema sobre el cual se centra la
pregunta. Toman una realidad social que tiene un enorme potencial
(formas muy baratas de comunicación unidireccional y bidireccional) y lo
pervierten horriblemente. Ésta es una predicción obvia. ¿Qué más
podríamos esperar de estas gigantescas empresas que tienen una
estructura corporativa, y una conciencia y prioridades corporativas? No
se trata solamente de la violación de la privacidad y de la creciente
comercialización intensiva, también es una sutil, aunque verdaderamente
agresiva, forma de trazar el camino hacia sistemas de comunicación
compulsivos y con mentalidad competitiva que reduce el contenido de los
mensajes, cercena nuestra capacidad de concentración, prostituye la idea
de amistad, etc. Hay tanto sobre de lo que hablar como las posibles
respuestas a todos estos hechos. Pero lo que quiero subrayar aquí es
que, pese a que existan estas empresas con grandes recursos a su
disposición y que gastan cuantiosas sumas de dinero en sus
infraestructuras técnicas y de investigación, todavía es bastante
posible que compañeros anarquistas bienintencionados, dejando de estar
subyugados por Facebook y Twitter, generen redes y herramientas sociales
que reviertan la tendencia negativa que estas compañías promueven e
imponen. Al contrario, podría desarrollarse una tecnología más afín con
el objetivo de promover el Parecon y, en general, de crear sistemas de
comunicación sanos y llenos de contenido. De hecho, nosotros en
ZCommunications estamos trabajando duro para realizar esta tarea.
En una economía donde los medios de producción sean
propiedad de la sociedad ¿hasta qué punto son los trabajadores que
gestionan las empresas responsables de sus éxitos y fracasos? ¿Deberían
existir mecanismos de recompensa o penalización según lo bien o mal que
lo hayan hecho los trabajadores, siempre y cuando el resultado del
proceso productivo no esté influenciado por variables externas?
La pregunta apunta a la necesidad de crear una economía que no
malgaste recursos, energía y esfuerzo humano en actividades
disfuncionales, donde se hacen cosas que no son necesarias, o cuando se
construyen cosas que podrían haber sido hechas mucho mejor. Una economía
necesita promover la excelencia, no a costa de la búsqueda de
beneficios, sino para confluir con las necesidades y el desarrollo
potencial de la sociedad.
Una forma de abordar el problema sería recompensando los bienes o
servicios bien producidos y penalizando aquellos que se hubieran hecho
mal. Pero el Parecon dice que las personas tendrían que ser remuneradas
según la duración, la intensidad y la pesadez del trabajo socialmente
útil. Y eso no entiende de recompensas y castigos per se, sino sobre
asignaciones de recursos equitativas y justas. Entonces, ¿qué podemos
hacer?
En el capitalismo o en el socialismo del siglo XX, si cerramos un
lugar de trabajo, ello perjudica a los trabajadores con desempleo. En el
otro extremo, si permitimos a las empresas o lugares de trabajo
guardarse los excedentes que puedan acumular tras obtener grandes ventas
a un bajo coste, se remunera un tipo de éxito, pero éste puede no
coincidir con la satisfacción de necesidades o el desarrollo de nuestro
potencial, sino meramente con la generación de excedentes.
El Parecon es diferente. Primero, el trabajo tiene que ser
socialmente útil para que sea remunerado. No puedo ser el portero de la
selección española de fútbol porque mi trabajo carecería de valor, es
más, valdría menos que nada y, por lo tanto, mi trabajo no merecería
remuneración alguna. En ese sentido, hay una elevada correlación entre
los centros de trabajo que lo hacen bien (que supone usar los recursos y
energía creando los bienes deseados) y la remuneración de los
trabajadores. Pero volviendo al ejemplo, si fuera un buen portero,
podría tener ese trabajo. Pero no obtendría una gran recompensa por ser
tan bueno, obtendría simplemente la remuneración por el tiempo, el
esfuerzo empleado y por la dureza de mis condiciones de trabajo, es
decir, tendría una combinación equilibrada de empleo. Hay pues una
presión para satisfacer las necesidades, pero no una recompensa excesiva
por haberlo hecho.
Pero y si mi equipo es deplorable, si en mi empresa hacemos cosas que
la gente ya no quiere, o si producimos bienes que la gente necesita
pero tan ineficientemente que malgastamos energía, recursos y trabajo.
Obviamente, se necesitaría un cambio. Puede que las innovaciones
corrijan la situación. Puede que la empresa o el equipo de trabajo
tengan que cambiar de producto. O puede que haya que cerrar todo el
tinglado, y que la gente tenga que trabajar en nuevos proyectos. En
algunos sistemas se evita este camino, o se intenta evitar, porque
perjudica a las personas y nadie quiere perjudicar a nadie, y la gente
tampoco quiere verse perjudicada. Pero en el Parecon, si lo que produzco
deja de tener valor, si lo continúo produciendo, perjudico a la
sociedad (malgastando capacidad productiva) y tampoco me hace bien a mí.
Siempre y cuando pase a producir algo que la sociedad necesite, mi
remuneración nunca caerá en ese cambio. Siempre existe el pleno empleo
para aquellos que quieran trabajar en el Parecon, porque es de interés
general debido a sus instituciones, que hacen que el bienestar de cada
uno dependa del resto de las personas.
La autogestión y la propiedad social sobre los medios de
producción poseen cierta problemática inherente, el conflicto entre la
libertad de los agentes individuales y el colectivo. Un buen ejemplo
sería el de una empresa que viniese funcionando bien y la obligaran,
contra la voluntad de la asamblea de la empresa, a contratar nuevos
trabajadores que estuvieran en paro, disminuyendo el bienestar de los
trabajadores de la propia empresa. El principio de autogestión se vería
mermado al promover el principio de solidaridad. ¿Crees que una asamblea
sería el mejor órgano para atajar este tipo de problemas, o habría que
crear nuevas instituciones que lidiaran con los mismos?
Hay momentos en los que si queremos mejorar la mala situación de
algunos, el bienestar de otros puede empeorar un poco. Pero considero
que la situación que proponéis no es un buen ejemplo de ello. A un lugar
de trabajo que genere cierto beneficio social con N horas de trabajo,
no se le va a pedir que incremente más de N horas contratando a nuevos
trabajadores. No tiene sentido porque sólo N son las horas necesarias.
Más horas no serían lo socialmente necesario y, por lo tanto, no
merecerían remuneración. Ahora, si por algún casual hay un 10% de
desempleados en la sociedad, entonces sí que las empresas aumentarían el
número de empleados en un 10%, reduciendo la cantidad de trabajo por
trabajador pero sin reducir la suma de todo el trabajo desarrollado por
la sociedad, a menos que la población no desee aumentar la cantidad
producida. Esta solución reparte el producto social total en forma de
remuneración entre toda la población, en vez de entre el 90% de la
población, por lo que en ese sentido, la pregunta es correcta. Creo que
los mecanismos para atajar el problema son primordialmente las normas de
la vida social, y luego, sí, también las instituciones sociales, el
proceso de planificación, las asambleas, etc.
Pero si hablamos sobre un ámbito más local la situación es diferente.
No tiene sentido tener más gente trabajando más para producir la misma
cantidad. Aquí hay una cuestión, si hay desempleo como consecuencia de
una reducción en la demanda de ciertos bienes, la gente tendrá que
cambiar de trabajo para producir otra cosa, siempre y cuando lo que se
produzca termine siendo lo que otras personas deseen. Por lo que allí
donde empiecen a trabajar los desempleados, no implicará una reducción
de los ingresos de los que ya trabajaban antes, u otro tipo de efectos
perjudiciales, sino que incrementará la producción de aquellos bienes
que son socialmente deseados.
En lo relativo al trabajo que tuvieran que realizar los
“Iteration Facilitation Boards” (Comité de Asistencia a la Iteración) a
la hora de computar la distribución de bienes y trabajo, ¿qué
instrumentos económicos y matemáticos podrían ser útiles? ¿Podrían ser
la programación lineal y la teoría de juegos herramientas prácticas?
Tu anterior pregunta revela uno de los objetivos de estos “comités”,
en lo que respecta a recopilar y distribuir la información relevante a
cada individuo o agente para que juzgue sus deseos, etc. El análisis
input-output y la programación lineal son por supuesto importantes para
extraer información y decisiones de la planificación de preferencias en
continua evolución, sí. El que la teoría de juegos pudiera ser una
herramienta práctica es algo menos obvio, pero bueno, en cierta forma,
quizás. Ya se verá. Los análisis estadísticos, sin embargo, serían muy
importantes. Serían muy importantes las proyecciones que se pudieran
hacer sobre las preferencias de cualquier bien común (por ejemplo,
camisetas) para dividirlo en tipos o modelos.
Como igual de importantes son las proyecciones en cualquier ámbito
que requiera de cierta planificación, como son las predicciones
metereológicas o todo lo relativo al clima, así como en cuestiones
demográficas, tasas de nacimiento, tasas de defunción, etc.
En la economía de la Yugoslavia socialista, el Estado,
así como los bancos regionales, suministraron ingentes cantidades de
dinero para que las grandes empresas nacionales que proporcionaban
trabajo a muchas personas persistieran y el desempleo no aumentara,
creando así unos agujeros negros que absorbían buena parte de la riqueza
del país. ¿Crees que en una economía participativa la sociedad debiera
mantener empresas ineficientes para no destruir así trabajo?
Yugoslavia era una economiía de Mercado coordinadora, lo que
significa que tenía muchos rasgos perniciosos. No, no deberían
conservarse las empresas que estuvieran malgastando activos valiosos,
pero, sin duda, habría que garantizar los puestos de trabajo. Imaginemos
una economía con 1.000 productos como mero ejercicio reflexivo. Diez de
los productos emplean más que trabajadores que el resto. Supongamos que
los gustos cambian o las tecnologías de la producción se transforman, y
deja de tener sentido dedicar trabajadores, energía y recursos en uno
de los centros de trabajo que más empleo genera. La pregunta sería más o
menos si podemos permitirnos cerrar esa producción, dado que hay tanta
gente empleada en ella o si deberíamos preservarla, y con ella el
empleo, aunque ya no tenga sentido dado que la gente desea otros
productos o dado que la tecnología ha cambiado, etc.
Mi respuesta es que, por supuesto, sí, los tendríamos que cerrar. Es
una idiotez que la gente trabaje en cosas que nadie quiere, malgastando
energía y recursos. Pero aquéllos que trabajaban ahí tendrían que
terminar o bien renovando sus empresas o, si bien éstas necesitaran
cerrarse o ser convertidas en patios de recreo, en otras nuevas
empresas. Esto es lo que hace una planificación sensata.
Pero me podrías decir, ¿y si no hay ningún bien que reemplace el bien
que antes se producía? Pues entonces las personas estarían mejor sin él
y, también, sin tener más de cualquier otra cosa que lo sustituyera. En
otras palabras, las personas estarían mejor con un menor nivel de
consumo total. No hay ningún problema. En ese caso, todo el mundo
trabajaría un poco menos, y las personas de aquella industria cerrada
también trabajarían la misma cantidad que todo el mundo, y como todo el
mundo estaría satisfecho con menos, la suma total de trabajo decrecería.
Si la gente quiere más, las horas de trabajo también tienen que crecer.
Es lo mismo que comentaba antes respecto al desempleo y una reducción
en la demanda. No es algo malo cuando esto ocurre. Simplemente significa
que la gente, en general, prefiere más ocio a tener más bienes, una
decisión que la gente tendría que ser libre de poder tomar, y que
debiera afectar a todos por igual, en vez de creando desempleo y pobreza
para unos pocos.
De hecho, que yo sepa, los economistas convencionales sólo tienen una
crítica hacia la economía participativa. Dicen del Parecon que no
facilita un proceso de acumulación. Que no obliga, sin tener en cuenta
la voluntad de la gente, a trabajar muchas horas y con gran intensidad.
Señalan que el Parecon tiende a una menor producción y a que la gente
disfrute de más ocio, y afirman que es una crítica definitiva. Es muy
divertido cuando la mayor crítica profesional que se hace a lo que
promulgamos es realmente un cumplido, y no un defecto. Sí, en el Parecon
la gente puede elegir trabajar menos sin que se presione a nadie a
trabajar más. Pero esto es una virtud, no un defecto.
¿Cómo podrían las economías regionales o nacionales, que
basaran su actividad en las prácticas del Parecon, interactuar con otras
economías que se rigieran por los mecanismos del libre mercado? ¿No
podrían los precios internacionales ser una amenaza al sistema interno
del Parecon, forzándolo a adaptarse a la competencia internacional? ¿Es
viable una economía participativa mientras que existieran países
capitalistas?
Imaginemos que España fuera una economía participativa. Esto es una
lucubración, y no sólo porque implicaría que la población española
revolucionara la economía nacional, la política y toda la sociedad, sino
porque implicaría que la agenda del país no se viese subvertida por
ninguna reacción externa violenta, y muy posiblemente instigada y
organizada por el ejército estadounidense. Pero está bien, supongamos
que ocurre y que los movimientos sociales norteamericanos son lo
suficientemente fuertes como para prevenir una intervención militar, y
lo mismo con los movimientos alemanes, británicos, etc.
O, si prefieres, podríamos pensar que dicha transformación ocurriera
en EE.UU., pero no en otros muchos lugares. O, si ocurriera en un país
más pobre y débil, que de alguna forma hubiera sido capaz de resistir a
la violencia externa mediante la solidaridad internacional.
En cualquier caso, la nueva sociedad participativa con una economía
participativa tendría también que interactuar a nivel internacional,
queriendo exportar algunos de sus productos e importando productos de
otros países. Los intercambios ocurren cuando hay cosas de las que uno
se puede beneficiar. Un país tiene un clima, una historia o lo que sea,
que facilitan la producción de X, otro país en cambio produce Y (ambos
necesitan lo que el otro prosee y entonces intercambian). La
transferencia es beneficiosa. Hoy en día, el país que tiene mayor poder
de negociación (siendo cierto para las transacciones tanto domésticas
como internacionales) acapara la mayoría de los beneficios y, por lo
tanto, aumenta las diferencias de poder y riqueza entre los dos. Es más,
la globalización corporativa está alterando sistemáticamente las reglas
de intercambio para que los más poderosos crezcan más y los más débiles
pierdan más. La internacionalización tendría que tener objetivos
opuestos.
Una economía participativa, en contraposición a los sistemas de
mercado, intentaría intercambiar a unas tasas regidas por la negociación
cooperativa de los insumos y la producción, teniendo en cuenta todos
los costes y beneficios sociales y ecológicos reales. Suponiendo que no
exista el Parecon en todo el mundo, esto no será perfecto. Pero se
podría aproximar. Se podrían intentar discernir tasas de intercambio
equitativas que redujeran las diferencias de riqueza y poder, en vez de
que las aumentaran.
Así pues, si el Parecon estuviera comerciando con un país más pobre y
débil, y aun cuando aquél saliera beneficiado utilizando los precios de
mercado, debería guiarse por las tasas del Parecon por solidaridad y
por la ética que le rige a este sistema. De ese modo, la parte más débil
podría obtener proporción mayor de los beneficios generados por la
transacción. Si el Parecon estuviera comerciando con un país más rico y
poderoso, aunque prefiriese utilizar los precios del Parecon (en este
caso para su propio beneficio), es cierto que tendría que utilizar los
precios de mercado, o elegir que no hubiese intercambio alguno. Por
supuesto, hay muchas opciones que discutir y explorar al respecto, pero
pienso que éste sería un cuadro general.
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